María Blanchard

(Santander, 1881 – París, 1932)

Obras del autor

XIX-XX Española

María Blanchard fue una de las principales representantes del
. Procedente de una familia burguesa cántabra interesada en el arte y la cultura, crece en un ambiente que propicia su inclinación hacia la creación plástica. Si bien su vida estuvo marcada por diversos problemas de salud, nada le impidió hacerse un hueco destacado en el panorama europeo. Sus inicios se remontan a 1903, cuando, gracias al apoyo de su familia, se traslada a Madrid para comenzar su formación artística. Allí acude al estudio de Emilio Sala (1850-1910) −cuyo estilo influye mucho en sus primeros trabajos− y posteriormente se forma en los talleres de Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960) y Manuel Benedito (1875-1963).

En 1909 viaja a París con el fin de perfeccionar sus conocimientos pictóricos; allí cursa estudios en la Academia Vitti, donde se alejará del estricto academicismo que prevalecía en España. Durante este periodo, recibe clases de Hermen Anglada i Camarasa (1871-1959) y Kees van Dongen (1877-1968), que le ponen en contacto con el
, y de Marie Vassilieff (1884-1957), a través de la cual se producirá su primer acercamiento al
, movimiento que abrazará definitivamente unos años más tarde.

Tras una breve estancia en su país natal, en 1912 vuelve a la capital francesa becada por la Diputación y el Ayuntamiento de Santander y se instala en el barrio de Montparnasse, en el que convive con Diego Rivera (1886-1957) y su esposa desde un año antes, Angelina Beloff (1879-1969). A su regreso a España en 1915 participa en la exposición Los pintores íntegros, sin lograr la aprobación de la crítica ni del público. La situación del país distaba de la que gozaban muchas ciudades europeas, en las que eran ampliamente aceptadas las corrientes artísticas más rompedoras. Durante este tiempo ejerce como profesora de dibujo en Salamanca, pero, desencantada con la experiencia, decide trasladarse definitivamente a París. 

En esta época participa activamente en las tertulias y actividades del círculo de artistas que se encuentran en la ciudad, y en 1919 comienza a colaborar con el  galerista y marchante Léonce Rosenberg. Es entonces cuando abandona el estilo cubista, dando paso a una etapa de retorno a la figuración, que será la de mayor resonancia en su trayectoria. Dos años más tarde, en 1921, expone en el Salon des Indépendents, donde su obra La comulgante alcanza un gran éxito. A partir de este momento sus cuadros se dan a conocer también en otras exposiciones fuera de Francia, entre las que destacan las celebradas en Bélgica o Brasil. Muy afectada por la pérdida de su amigo Juan Gris (1887-1927), el agravamiento de sus dolencias y una precaria situación económica, se sume en un estado depresivo que paulatinamente la arrastra hacia el aislamiento y la lleva a buscar refugio en la religión. Aun así, no abandona en ningún momento la pintura, que practica incansablemente hasta su muerte en 1932.

A pesar del reconocimiento que recibe la artista en vida, tras su fallecimiento su trabajo caerá en un relativo olvido, que se ha tratado de subsanar en las últimas décadas. Se han realizado numerosos esfuerzos para reivindicar su figura, entre los que sobresale la edición de su catálogo razonado (2003) o la retrospectiva dedicada a su obra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2012).