Rafael Coronel

(Zacatecas, 1931 – Cuernavaca, Morelos, 2019)

Obras del autor

XX-XXI Mexicano

De no ser por su hermano mayor, Pedro (1923-1985), que le precedió en el camino, es posible que Rafael Coronel no hubiera conocido la próspera carrera artística que sostuvo hasta su muerte. Benjamín de ocho hijos de un sastre, a los veinte años tiene la corazonada de participar en un concurso de pintura convocado por el Instituto Nacional de la Juventud y gana una beca para estudiar en la Ciudad de México, en cuya Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda tiene como maestro a Carlos Orozco Romero (1896-1984). Dos años después ingresa en la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor, que queda atónita ante su talento precoz y su productividad. 

A trompicones, perfecciona su técnica en el dibujo y en el óleo, y pasa de la cartulina al lienzo. Produce a raudales y empieza a vender su obra. En 1959, su exposición individual en el Palacio de Bellas Artes mueve al crítico Luis Cardoza y Aragón a celebrar el “surgimiento de un río en el mapa de la pintura mexicana”. Su trabajo conmociona al escritor Sergio Pitol, que lo considera, junto a José Luis Cuevas (1934-2017), el pintor más truculento del momento y se refiere a ellos como “chusma incivil y bárbara [con] el aletazo de la locura, de la desesperación, de la desdicha”.

En la década siguiente, Rafael Coronel se encamina hacia un estilo operístico que le asegura éxito comercial: procesiones de personajes cardenalicios con cofia puntiaguda, que lo llevan a investigar el espacio “sin medio ambiente”, a conceder igual protagonismo a la figura y al color, y a encender suntuosos contrastes entre las carnes, los ropajes y las superficies azul turquesa, naranja, amarillo, morado y verde esmeralda. En 1990 el artista entrega su colección de diez mil máscaras populares mexicanas para fundar en su ciudad natal el Museo Rafael Coronel.