Maruja Mallo

(Vivero, Lugo, 1902 – Madrid, 1995)

Obras del autor

XX Española

Maruja Mallo es considerada como una de las figuras más representativas de la Generación del 27 y del surrealismo figurativo. Formada en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, junto a artistas como Salvador Dalí (1904-1989), su personalidad trasgresora le lleva a romper con todos los cánones artísticos imperantes con un conjunto de obras en las que la aparente espontaneidad se esconde detrás de un metódico proceso creativo.

Pese a su academicismo inicial, se integra con rapidez en el ambiente de vanguardia y se relaciona con el grupo de artistas vinculado a la Residencia de Estudiantes, sobre todo con Luis Buñuel (1900-1983) y Federico García Lorca (1898-1936). En 1925 inicia una relación amorosa con Rafael Alberti (1902-1999) que influirá en su creación artística.

En 1927, momento en que se traslada a Tenerife, su obra se vuelve más transgresora. Durante este periodo, sus composiciones muestran ambientes abigarrados, llenos de color y energía teñidos de una atmósfera surrealista. A su vuelta a Madrid comienza una serie de dibujos que denomina Estampas, caracterizados por su búsqueda de lo inconsciente. En 1928 conoce a Ortega y Gasset, que impulsa su carrera al organizarle una muestra en los salones de la Revista de Occidente. En esta misma época, la crisis de su relación con Alberti la hace refugiarse aún más en el surrealismo y en una prolífica producción artística. En 1932, gracias a una beca de la Junta de Ampliación de Estudios, viaja a París, donde conoce a Joan Miró (1893-1983) y a André Bretón (1896-1966). Durante los años treinta su obra se torna más pesimista perdiendo el enérgico cromatismo de sus cuadros anteriores.

Tras su regreso a España obtiene una cátedra de Dibujo. En esta convulsa etapa previa a la guerra civil, se declara comprometida con la República y, al estallar la contienda, la persecución de su pareja del momento, Alberto Fernández Mezquita, la obliga a exilarse en Buenos Aires con la ayuda de su amiga y poetisa Gabriela Mistral, cónsul de Chile. Allí desarrolla su etapa cósmica, en la que recrea la naturaleza sudamericana. 

Tras el franquismo, a su vuelta a Madrid se convierte en musa de la movida madrileña de los años ochenta. En 1990 recibe la Medalla de Oro a la Creación Plástica de la Comunidad de Madrid.