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https://www.coleccionbbva.com/en/autor/merida-carlos-2/
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autor
25503
Carlos Mérida
(Quetzaltenango, Guatemala, 1891 – Ciudad de México, 1984)
Obras del autor
XIX-XX Guatemalteco
Como apunta su compatriota el crítico Luis Cardoza y Aragón, Carlos Mérida, nacido en el seno de una familia de ascendencia maya-quiché, “ha unido el destino de su vida −su pintura− al patrimonio artístico de México”.
Mérida se mantuvo apartado de los movimientos artísticos nacionalistas de su época; decía que detestaba la grandilocuencia y teatralidad del muralismo. A pesar de ello, a este artista longevo (murió a los 92 años) nunca se le negó el rango de figura tutelar en los turbulentos procesos de modernización de la plástica en México. Pionero de la abstracción, junto con Gunther Gerzso (1915-2000), la
Generación de la Ruptura
grupo de creadores mexicanos que en los años cincuenta se rebelaron contra los movimientos que ocupaban la escena artística del momento. Se muestran especialmente opuestos al muralismo que consideran obsoleto y monótono y proponen una nueva lectura en clave abstracta de la realidad circundante. Entre ellos destaca la figura de Manuel Felguérez (1928-2020).
lo adoptó como el principal antecedente formativo de sus propias innovaciones plásticas.
En 1911, al decidirse por la pintura, y pese a su limitada experiencia, Carlos Mérida parte a Europa a probar suerte. En París se codea con Pablo Picasso (1881-1973), Amedeo Modigliani (1884-1920), Piet Mondrian (1872-1944) y Kees van Dongen (1877-1968), entabla amistad con Luis Cardoza y Aragón y establece un primer contacto con Diego Rivera (1886-1957), Roberto Montenegro (1885-1968) y Ángel Zárraga (1886-1946), que llevan un tiempo formándose en el exterior y más tarde lo animarán a ir a México.
En el intervalo vuelve a Guatemala y emprende un movimiento pro-indígena que compagina el arte y la etnología. “Al regresar de París […] tuve la sensación de que en América había descubierto un nuevo mundo poblado de tales visiones que eclipsaban por completo la suma de impresiones recibidas en Europa” −confiesa en su
Autorretrato
−. Se zambulle en la riqueza de su cultura nativa, fundamenta sus ejercicios formales y cromáticos en la arqueología, la artesanía y el folklore guatemaltecos. En este aspecto, también es precursor del renacimiento pictórico de nuestro continente.
La oposición de su familia política a su matrimonio con Dalila Gálvez le lleva a aceptar la invitación de Diego Rivera a trabajar con él y con Jean Charlot (1898-1979), Amado de la Cueva (1891-1926) y Xavier Guerrero (1896-1974) en las pinturas a la
encáustica
del Anfiteatro Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria. Mérida decorará la Biblioteca Infantil de la Secretaría de Educación Pública y contribuirá a la fundación del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores de México, antes de desencantarse por el dogmatismo ideológico y los cercos iconográficos del muralismo de la primera hora. Sin embargo, de la convocatoria posrevolucionaria asimilará una lección: la del fecundo vínculo entre la arquitectura y la pintura, que aplicará en el concepto de integración plástica, en el que la colaboración de artistas, ingenieros y arquitectos garantiza la dinámica emocional y la escala de la obra pública. Hacia los años 1950, junto con los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral, realizará investigaciones que lo llevarán a ejecutar novedosos proyectos de murales en mosaicos; junto a otros de menor envergadura (Secretaría de Recursos Hidráulicos, restaurante Sanborn’s de La Fragua, Centro Urbano, Crédito Bursátil, Banco de Fomento Cooperativo), el resultado más acabado es el del Multifamiliar Presidente Juárez.
Tras otro breve intermedio parisino, que lo acerca a Paul Klee (1879-1940), Joan Mirò (1893-1983) y Jean Arp (1886-1966), y le propina una “ducha surrealista” (en palabras de D. Bayón), la vuelta definitiva a México en 1929 lo insta a acotar recursos: perspectiva plana; uso de círculos y óvalos; ejes verticales con lados asimétricos en la composición. A los códices y retablos del pasado prehispánico y colonial se unen progresivamente otras asociaciones remotas, como el movimiento musical. Hacia finales de los años 1940 la ornamentación en arabescos y líneas ondulantes y las formas orgánicas de sus inicios ceden el lugar a abstracciones netamente geométricas en las que el diseño sustituye al dibujo, sin renunciar por ello al atisbo de la silueta humana. Asimismo experimenta con técnicas diversas: papel amate o de fibra de maguey, pergamino pulido, acuarela mezclada con polvo de mármol, esmalte sobre cobre, caoba laqueada, petroplástico seco y mate, entre otras.
Cabe añadir que el trabajo de Mérida no se circunscribió a la pintura mural y de caballete y a la obra gráfica. Su activa contribución a la promoción cultural empezó en 1929, cuando fue nombrado, junto a Carlos Orozco Romero (1896-1984), director de la Galería Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes; poco después dirigió la Escuela de Danza; concibió innumerables diseños de escenografía y vestuario para ballets; publicó numerosos ensayos de crítica de arte y fue docente de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Universidad Nacional Autónoma de México).