XX-XXI Español

Daniel Tamayo es uno de los principales artistas vascos contemporáneos. Sus obras, que recrean universos fantásticos llenos de energía y color, combinan escenas surrealistas con elementos procedentes de la realidad cotidiana. El resultado es la narración de historias imaginarias a través de las cuales desvela sus pensamientos e inquietudes sobre el mundo que le rodea.

Su fascinación por la pintura aparece tempranamente, cuando a los doce años visita el Museo de Bellas Artes de Bilbao y queda deslumbrado por las composiciones de grandes maestros españoles como José de Ribera (1591-1652) y Francisco de Goya (1746-1828). Todavía no ha llegado la hora de que el joven Tamayo decida el rumbo de su vida, pero esta experiencia será reveladora y, de algún modo, le ayudará a tomar la decisión de convertirse en pintor y continuar en la estela de estos creadores.

Tras finalizar el bachillerato en 1967, se matricula en la Escuela de Aparejadores, preparación que abandona un año más tarde. Sin embargo, a pesar de no haber terminado esos estudios, el aprendizaje del dibujo técnico será muy importante para su futura carrera como pintor, ya que le ayudará a configurar los escenarios arquitectónicos en los que se encuadran sus creaciones oníricas.

Sus inicios se desarrollan en el ámbito de la ilustración publicitaria, que le servirá para experimentar e investigar técnicas relacionadas con la pintura. En 1970 comienza su formación artística en la Escuela Massana de Barcelona, localidad en la que, además, frecuenta museos y galerías que le acercan a la obra de Joan Miró (1893-1983) y Antoni Tàpies (1923-2012). Durante su estancia en esta ciudad también conocerá en profundidad la arquitectura de Antoni Gaudí (1852-1926), cuyas formas orgánicas causarán en él un gran impacto.

Su pasión por el arte le lleva a viajar a Londres y París, donde asiste con asiduidad a exposiciones en las que conoce de primera mano la producción de artistas destacados. En 1970 se traslada a Bilbao para formar parte de la primera promoción de la Facultad de Bellas Artes de Bilbao. Allí descubre el arte vasco y desde entonces dedicará su carrera a la investigación pictórica, que siempre compaginará con su labor como profesor en esta universidad.

Un episodio fundamental en su vida es el descubrimiento, en 1966, de las obras de El Bosco (h. 1450-1516) durante una visita con su hermano al Museo del Prado. La contemplación de El jardín de las delicias le impresiona profundamente, y su impronta será visible en su trabajo posterior. Las piezas de Tamayo, si bien en clave absolutamente contemporánea, evocan el ambiente abigarrado, enérgico y surrealista del tríptico del Museo del Prado. En ellas utiliza una paleta de colores intensos que recuerdan los de las composiciones del artista flamenco.

Daniel Tamayo propone una nueva aproximación a la iconografía y al paisaje vasco. Fuertemente influenciado por la transformación posindustrial de su tierra natal, su trabajo fusiona elementos procedentes de su imaginario y de la realidad para crear un universo fantástico que, a pesar del aparente caos, está regido por un delicado orden interno.