Antonio Tenreiro Brochón

(La Coruña, 1923 – 2006)

Obras del autor
XX Español

Acude desde edad muy temprana al estudio del pintor postimpresionista Jesús Fernández, Jesito y desde 1939 a la Escuela de Artes y Oficios de A Coruña.

En 1942 va a Madrid a preparar el ingreso en la Escuela Superior de Arquitectura (1945-1951), en una España de posguerra dominada por la miseria y la represión, pero en la que siente la necesidad —desde su ideario liberal y progresista— de creer en un futuro esperanzador poblado de nuevas ideas. Compagina sus estudios académicos con la pintura, que se convierte en modo de expresión, nutriéndose de lo que le aporta de nuevo la vida cultural de la capital, con sus museos, sus tertulias, sus exposiciones… Gracias a estas últimas entra en contacto con las vanguardias europeas, de las que las italianas le impactan de manera especial, y con la obra de Benjamín Palencia, que le influye sobremanera en su amor y compromiso con el paisaje y la naturaleza. Vinculado a la
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y al círculo de artistas de la mítica galería Buchholz, donde él mismo llega a exponer sus obras. Sus paisajes castellanos, en los que fusiona la pintura con sus conocimientos de arquitectura, se llenan de color, de movimiento, con un nuevo uso de materiales que impregnan el soporte de fuerza, sentimiento, magia y fascinación. A comienzos de los cincuenta le llega ya el reconocimiento y el prestigio como artista, que culminará a mediados de los sesenta.

Junto a su amigo José María Labra realiza en 1947 su primera exposición en la Asociación de Artistas de A Coruña, con una serie de paisajes en los que plasma escenarios muy personales y cotidianos. Su pincelada, gruesa y colorista, está cargada de materia, que en algunos casos trabaja con la espátula. Sus colores se van haciendo más fríos y sus composiciones más sobrias, la luz se hace escasa y las formas angulosas, en un preludio de lo que será su época negra.

Entre 1954 y 1956 se vincula a la revista Atlántida, formando parte —junto a Manuel Lugris, Mariano Tudela, y sus inseparables amigos Antonio Lago Rivera y José María Labra— del movimiento artístico denominado
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Su trabajo como arquitecto le hace regresar a su ciudad natal a mediados de los cincuenta (1956), pero a su llegada se siente desplazado, por lo que se encierra en su trabajo y su pintura y se ve sumido en una ligera depresión que le lleva a replantearse su creación y a desarrollar su estilo más personal, caracterizado por esa paleta oscura, en gama de marrones y negros que no abandonará hasta los años setenta en favor de un encendido cromatismo. Posteriormente, en los ochenta, su obra adquiere un tono más intimista y poético, con un predominio de los interiores y los bodegones.