Joaquín Torres-García

(Montevideo, 1874 – 1949)

Obras del autor

XIX-XX Uruguayo

Nace en 1874 en Montevideo. En 1891 su padre, un comerciante de origen catalán afincado en Uruguay, decide regresar a su país natal, estableciéndose con su mujer y sus hijos en la localidad de Mataró; allí el joven Joaquín acude a clases nocturnas de dibujo con Josep Vinardell (1851-1918) en la Escuela de Artes y Oficios. Un año más tarde la familia se traslada a Barcelona, donde el pintor continúa su formación en la Academia de Bellas Artes, coincidiendo con célebres representantes del novecentismo catalán, como Isidre Nonell (1872-1911) y Joaquim Mir (1873-1940). Desilusionado con el academicismo de la institución, tantea vías alternativas de aprendizaje y se inscribe en la Academia Baixas. Desencantado también con esta experiencia, en 1894 ingresa en el
, obteniendo acceso a revistas francesas que le abren la puerta a la vanguardia europea. En el ámbito profesional colabora como ilustrador para varios medios y publicaciones, como Barcelona Cómica y El Gato Negro. Ya sus primeras piezas simbolistas, elaboradas a finales del siglo, evidencian su interés por el mundo clásico y revelan la influencia que ejerce en su pintura el descubrimiento de Pierre Puvis de Chavannes (1824-1898), cuyos murales contemplará en 1910 durante un viaje a París.

En 1912 comienza a familiarizarse con el
, que había llegado a la ciudad de la mano del galerista Josep Dalmau. Sorprendido por este novedoso lenguaje, deja atrás el
y desarrolla una estética cubista, que fusiona con principios futuristas. Desde entonces abandona la tradición y defiende que el arte debe ser un reflejo de la agitación de la metrópoli contemporánea.

En 1920 se instala temporalmente en Nueva York, motivado en principio por la apertura de un negocio de juguetes de madera. Este episodio resultará fundamental en su trayectoria y da paso a un nuevo capítulo en su carrera artística. Torres-García plasma el ajetreado ambiente de la urbe y empieza a aplicar a sus cuadros y dibujos una cierta compartimentación espacial a base de líneas verticales y horizontales, un rasgo que con el tiempo se convertirá en seña de identidad de sus obras. Además, en la Gran Manzana entra en contacto con creadores, expone en galerías y entabla relación con importantes coleccionistas. Pero el entusiasmo por Nueva York dura sólo hasta 1922, cuando, desencantado con la cultura de consumo y agobiado por su difícil situación económica, decide regresar a Europa.

Los siguientes años transcurren entre Fiesole, Livorno y Villefranche-sur-Mer. En 1926 viaja por última vez a Barcelona y seguidamente se establece en París, donde impulsa la fundación de
y comienza una nueva etapa, en la que se produce la consolidación de su estilo. Sintetizando las enseñanzas de los movimientos de vanguardia, especialmente del
y del
, aborda un conjunto de óleos y esculturas en los que dialogan abstracción y figuración: en un espacio construido a base de líneas verticales y horizontales encaja una serie de pictogramas que aluden al tiempo, a la arquitectura y al ser humano.

Durante una breve estancia en Madrid funda el
; poco después, en 1934, se asienta definitivamente en Montevideo, donde promueve la
. A partir de ese momento amplía su iconografía e incluye en sus telas símbolos procedentes de las civilizaciones precolombinas. Paulatinamente su quehacer tiende a un cierto naturalismo figurativo, que evoca las telas de sus inicios, pero siempre enfocado hacia la máxima pureza y simplificación. A lo largo de su vida lleva a cabo una relevante producción teórica, en la que destaca, entre otros títulos, la autobiografía narrada en tercera persona Historia de mi vida, publicada en 1939. Joaquín Torres-García fallece en Montevideo en 1949.

Su trabajo ha formado parte de aclamadas exposiciones retrospectivas, como la celebrada en 1933 en el Museo de Arte Moderno de Madrid, la presentada en la V Bienal de São Paulo en 1959, o más recientemente, la organizada por la Fundación Telefónica en 2016.