escultura
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Homenaje a Picasso
1964
hierro forjado, soldado y patinado
105 x 96 x 68 cm
Nº inv.
2338
Colección BBVA España
Artista autodidacta valenciano, compaginó su profesión de otorrinolaringólogía con su faceta artística, utilizando como pseudónimo “Antonio Sacramento”. Reservó sus verdaderos nombres y apellidos, Fernando Antonio Sacramento Antolí-Candela Piquer, exclusivamente para su faceta médica, ya que provenía de una importante saga familiar en el mundo de la medicina y no quería comprometer el nombre de su estirpe con sus atrevidas obras abstractas, en una época en la que la libertad de expresión no estaba bien vista.
Si bien su trayectoria artística comenzó volcada en el mundo del cartel, el dibujo y las acuarelas –realizó su primera exposición de acuarelas en el año 1942 en la Sala Mateu de Valencia-, demostró un gran interés por la creación de esculturas en hierro, sobre todo a partir del año 1960. Utiliza en el panorama de la escultura contemporánea un lenguaje muy personal mediante formas rítmicas y espaciales, algo miméticas.
Sus piezas van más allá de las obras horadadas de Pablo Gargallo (1881-1934), los grandes huecos volumétricos de Henry Moore (1898-1986) o las apariencias metálicas de movimiento irradiante de Julio González (1876-1942).
En esta obra,
Homenaje a Picasso, se sirve de planchas de hierro, que recorta, pule, forja, dobla, ensancha o patina en función del efecto que persigue y que estructura siempre en líneas curvas y espirales que definen un contorno espacial. Son formas, muy puras, que tienen un carácter rítmico y musical. Su arte no es figurativo, sino más bien alegórico, y en el fusiona magistralmente la materia y el espacio.
Esta obra fue premiada con la tercera medalla en la

Exposición de arte oficial celebrada en Madrid desde la segunda mitad del siglo XIX, que marcaba las pautas del arte académico español del momento. Se estructuraba en cinco secciones: pintura, escultura, grabado, arquitectura y artes decorativas, siendo la sección de pintura el eje principal. A su vez, se otorgaban diversos premios: medallas de primera, segunda y tercera clase, y la medalla o premio de honor, también llamada mención honorífica. Fue uno de los acontecimientos artísticos más importantes a nivel nacional, convirtiéndose en medio esencial para cualquier artista que pretendiese obtener prestigio. Por su carácter conservador y academicista, se mostró poco receptiva a muchos de los movimientos emergentes, y a menudo las obras más innovadoras eran rechazadas o ubicadas en lugares secundarios (que acabaron denominándose "salas del crimen").
de 1964. Con el nº 27, la pieza participó en la exposición antológica del artista que se llevó a cabo en Madrid en el año 1972.