El vacío y la línea son dos principios fundamentales en este tipo de esculturas exentas de David Rodríguez Caballero, el escultor más joven de la Galería Marlborough de Nueva York.

La belleza de sus piezas radica en la transformación paciente y meditada del material, en este caso el latón, uno de los más empleados por el artista, que aquí se abre camino mediante elegantes ejercicios de curva que conforman un dibujo de líneas en el espacio.

Esta escultura puede contemplarse desde diferentes puntos de vista, lo que permite al espectador la interacción con ella. Si se observa frontalmente, la visión es lineal, sutil, como si el metal hubiera desaparecido, dando paso a una figura hueca de curvas emergentes. A medida que la contemplación se desplaza a ambos lados, la pieza va tomando volumen, luz, permitiendo al espectador deleitarse con el extraordinario pulimento del material y el juego de vacíos y volúmenes que a la postre son estas asombrosas esculturas.