A mediados de la década de los años noventa del siglo XX, surge un grupo de artistas, entre los que se encuentra Amadeo Gabino, que se caracterizan por compartir un sentimiento reformador de la escultura contemporánea y un sentido analítico tanto de las posibilidades expresivas de los nuevos materiales y técnicas como de los nuevos lenguajes que presenta. El artista busca crear un nexo de unión entre forma y simbolismo para dar con la tan deseada fusión entre espacio y tiempo.

Su obra escultórica va haciéndose cada vez más compleja. Abandona los perfiles gestuales en favor de una mayor preocupación espacial y del dominio de los volúmenes. Al igual que en sus composiciones de metal, Gabino construye esta obra, formada por tres cubos, a partir de planchas de acero recortadas que al unirse a la base de hierro ofrecen un aspecto de solidez. Con referencias que le vinculan a Julio González (1876-1942), crea una nueva forma de entender la escultura dotándola de una nueva visión.