Jorge Oteiza

(Orio, Guipúzcoa, 1908 – San Sebastián, 2003)

Fraile franciscano

1952

bronce patinado

58 x 20 x 15 cm

Nº inv. E00001

Colección BBVA España



Jorge Oteiza es uno de los principales creadores españoles y uno de los mayores impulsores de la renovación de las artes en el País Vasco. Destaca su aportación en el campo de la escultura, centrada en la investigación en torno a la expresividad del vacío, que desarrolla tanto a nivel práctico como teórico. Acabará por convertir el espacio en el fenómeno esencial y protagonista de su trabajo tridimensional.

La pieza Fraile franciscano está íntimamente ligada a su proyecto para el Santuario de Aránzazu, uno de los más importantes de su trayectoria. Este le es otorgado en 1950 y allí traslada su estudio dos años más tarde. Durante este periodo, es frecuente el ensayo de resolución de problemas técnicos o expresivos a través de la representación de las personas con las que convive: otros artistas allí congregados, su mujer o, como en este caso, los eclesiásticos del monasterio.

Esta época se enmarca dentro del desarrollo de su “propósito experimental”, en el que se produce una búsqueda de lo que él denomina la “transestatua: una concepción de la estatua como energía, que sustituya a la anterior de escultura-masa. En este contexto se encuadra el trabajo llevado a cabo en Aránzazu, en el que, considerando las necesidades del encargo, aborda estas cuestiones desde la representación figurativa. Para el momento en el que realiza este franciscano cuenta ya con experiencias que serían determinantes en el planteamiento de esta idea, como el estudio de la escultura precolombina o el encuentro con la obra de Henry Moore (1898-1986). 

En este caso, para el ejercicio de desocupación de la escultura se sirve de la configuración de un hiperboloide como sintetización de la figura humana. Plantea un bulto inicial sobre el que traslada el esquema de las dos haches −en las que se traduce el hiperboloide− para después añadir las extremidades y los ropajes del personaje. El resultado es un ser que parece haberse vaciado de sus órganos internos, que se despoja de su materia para llenarse de espíritu. Así lo expresa Oteiza: “Quien ha de llenarse de Dios, ha de vaciarse de uno mismo”.

Con relación a su técnica, en su producción religiosa es habitual el empleo del modelado en arcilla, para el que se sirve fundamentalmente de los dedos pulgares, obteniendo un resultado abocetado de gran expresividad. A continuación vacía estas piezas en yeso, que en ocasiones patina en una tonalidad oscura similar a su posterior acabado en metal. A partir del yeso original de Fraile franciscano se realizan al menos diez ejemplares no numerados en bronce fundido y patinado.

El modelo ensayado en esta obra será el que emplee de nuevo en los apóstoles del friso de la Basílica de Aránzazu. La modernidad del proyecto se topó con la negativa de las autoridades eclesiásticas y este no pudo ser concluido hasta casi quince años más tarde, con la apertura promovida a partir del Concilio Vaticano II.