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https://www.coleccionbbva.com/en/escultura/e00004-elogio-del-hierro-iii-2/
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escultura
16920
14160
https://www.coleccionbbva.com/wp-content/uploads/2017/07/E00004.jpg
Eduardo Chillida Juantegui
(San Sebastián, 1924 – 2002)
Elogio del hierro III
1991
Acero Reco
400 x 140 x 120 cm
Nº inv. E00004
Colección BBVA España
El fuerte sentimiento de arraigo a su tierra natal y a la naturaleza influye en la elección de los materiales que utiliza. El hierro es imprescindible en toda su trayectoria, desde que vuelve a su ciudad, en 1951, tras tres años en París. Un material tradicional en el espacio rural vasco, que descubre con emoción al entrar en la fragua de su amigo Illarramendi: “Yo estaba trabajando primero en yeso, pero me daba cuenta de que no era el material para la realización de esa obra. Que yo estaba trabajando en un material que no era el material que tenía que ser para trabajar en relación con esa luz a la que yo pertenezco. Entonces se me ocurrió de repente: ¿No será el hierro, no será el hierro? Y me fui a ver a Illarramendi. Bajé, le conocí y me di cuenta, ya al entrar en la fragua, de que había acertado. ¡Todo era negro! Ahí es donde yo descubro el hierro”.
En el hierro encuentra esa luz cambiante, oscura, que le remite a su entorno. Con este material experimentará no solo con la forma, sino con su oxidación, que aporta a la obra una mayor gama cromática.
“Bilbao le debe mucho al hierro, y yo también… Es un homenaje a la historia del hierro en esta ciudad. Parte de la tierra, se transforma y sube hacia arriba.” Con estas palabras inauguraba Chillida la instalación de su escultura en la plaza Circular de la capital bilbaína. Una obra que realizó entre 1990 y 1991, por encargo del BBV para su sede central. Él mismo debatió con Norman Foster, autor del metro de Bilbao, la ubicación exacta de su escultura, situada originalmente junto a una de las marquesinas que dan acceso al mismo.
Realizada en acero oxidado, de cuatro metros de alto y dieciocho toneladas de peso, es un homenaje a ese metal tan vinculado al artista y la ciudad.
La pieza se abre al entorno con sus cuatro apéndices, y es que no se puede hablar de Chillida sin hablar de su estudio del vacío, del espacio. El interés por el espacio proviene de sus estudios de arquitectura, como el propio artista afirmaba: “Construir es edificar en el espacio. Esto es la escultura, y hablando en general, la escultura y la arquitectura”.
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