Néstor Basterretxea

(Bermeo, Vizcaya, 1924 ─ Fuenterrabía, Guipúzcoa, 2014)

Aker Beltz

1972

Serie cosmogónica vasca

bronce fundido y patinado

205 x 56 x 30 cm

Nº inv. E00226

Colección BBVA España


A lo largo de la década de los sesenta la obra de Néstor Basterretxea mira cada vez más a la identidad del pueblo vasco. Su principal interés se centra en conjugar el lenguaje constructivista y la temática vasca, siempre con una finalidad didáctica.

Con este propósito desarrolla la Serie cosmogónica vasca, un conjunto de dieciocho figuras basadas en el Diccionario ilustrado de mitología vasca de José Miguel de Barandiaran. Esta investigación va acompañada de la observación y reflexión sobre los motivos, objetos y modos de vida populares, que aparecerán referenciados en las piezas. 

Su intención es “Interpretar en imágenes y nuevos rostros las ideas implícitas en nuestra original cosmogonía de la que nació la mitología, como una metafísica primaria: dotar con apariencias tangibles −resueltas desde una estética actual− aquel universo mental y físico de nuestros primeros gestos de tribu, que en un milagro de supervivencia iba a concretarse en la realidad de nuestro singular pueblo vasco”. 

Inicialmente realiza el grupo en madera de roble, materia también cargada de significado, por ser uno de los árboles emblemáticos de la región. Posteriormente, ejecuta otras versiones en bronce patinado, como la que aquí nos ocupa. Esta multiplicidad de su obra se halla en consonancia con modos de producción artesanales e industriales que asocian la creación con una labor intelectual más que con el propio proceso material. Otros rasgos de modernidad también presentes en este proyecto −considerado la cumbre de su trayectoria− son la mirada hacia el arte prehistórico y no occidental, y la confianza en un arte transformador de realidades.

En esta ocasión representa al Aker Beltz, genio o diablo con forma de macho cabrío negro con habilidades curativas y protector de los animales. Según la fuente antes mencionada, se cree que era adorado en aquelarre por brujos y brujas; ceremonias secretas que podrían haber tenido ciertos tintes de rechazo a la religión cristiana y al sistema social imperante.

Formalmente, esta escultura es una de las más figurativas del conjunto: se distingue en ella una silueta humana oscura, casi bidimensional, con los brazos en alto, uno de ellos sosteniendo un objeto con cierta actitud amenazante. Como en el resto del conjunto, pretende conciliar la pureza y el rigor del
con la expresividad de una figura totémica. Rehúye así el mero formalismo para elaborar un arte comprometido y cargado de significado. La recuperación de las raíces será el punto de partida de esta nueva etapa, coincidiendo con un momento de intensificación del sentimiento identitario en el País Vasco.