El retrato es considerado uno de los géneros más célebres de la historia del arte. A lo largo de los siglos, numerosas culturas, tanto en Oriente como en Occidente, recurrieron a la representación del individuo como medio para lograr la inmortalidad, para dejar constancia de su paso por la existencia. La figura, y en especial el rostro, venía a constituirse como el símbolo de la identidad personal. En el Renacimiento, el espíritu humanista hace que cobren relevancia otros aspectos, y muchos artistas se sirven de él para ahondar en el mundo de los sentimientos, proporcionando una dimensión íntima y personal del sujeto. Posteriormente pasan a primer plano otras motivaciones, como la exaltación del retratado, subrayando su condición moral, autoridad o poder. En la época contemporánea, el cuestionamiento de la propia estructura e identidad del ser humano, junto al interés por la experimentación plástica, han llevado a menudo a la total simplificación, deconstrucción o disolución de las facciones.
Esta exposición, dividida en siete secciones organizadas temáticamente, permite comprender la evolución del género desde el siglo XVI hasta el XX, haciendo patente la gran variedad y la calidad de los retratos pertenecientes a la Colección BBVA.
La muestra se inicia con el retrato oficial, con una selección de pintores que, desde el Renacimiento hasta la Ilustración, ayudaron a configurar la iconografía de la monarquía española, con ejemplos relevantes como Felipe III de Juan Pantoja de la Cruz o Carlos III cazador de Francisco de Goya. El recorrido continúa con representaciones de carácter solemne, haciendo especial hincapié en la escuela holandesa, y con imágenes de la burguesía. En este conjunto cabe mencionar la efigie de Don Pantaleón Pérez de Nenín, una de las obras maestras del patrimonio de BBVA. Ejecutado en 1808 por Goya, descubre al personaje sobre un fondo oscuro que resalta el excelente cromatismo y las expresivas pinceladas con las que está resuelto el uniforme, signo de la destreza técnica del autor. La pieza llama la atención por el sereno semblante del rostro y por la mirada directa y penetrante, que introduce al espectador en la composición.
Las últimas salas del itinerario revelan la transformación del género desde 1850 hasta 1985. Dentro del denominado “fin de siglo” destacan los lienzos de Raimundo de Madrazo o Anselmo Miguel Nieto, quienes, con un estilo refinado y un excepcional gusto por el detalle, recrean la elegante atmósfera propia del tránsito del siglo XIX al XX, tanto en nuestro país como en Francia. Durante las primeras décadas del siglo pasado, el contacto de los creadores españoles con el ambiente internacional favoreció la llegada a nuestro país de ciertos aires de renovación plástica que iniciaron el camino hacia la modernidad, como evidencian los cuadros de Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga o Francisco Iturrino. Este último sobresale por la efusividad gestual y vaticina la completa descomposición que caracteriza el retrato contemporáneo, tipología que cierra la exhibición con la propuesta de cuatro figuras fundamentales del panorama artístico de los últimos años cuyas obras exploran los límites del ser humano mediante un proceso de reducción cromática y formal.