Escultura española contemporánea

La Colección BBVA presenta una selección de obras que permiten conocer distintas tendencias de la escultura española desde mediados del siglo XX hasta la actualidad.

Durante el siglo XX, el concepto de escultura experimentó una redefinición y análisis importantes, que llegaban a cuestionar los límites de la disciplina y la despojaban de rasgos hasta entonces considerados intrínsecos a ella, como la monumentalidad, el volumen sólido y opaco, la utilización de materiales nobles y el tratamiento de temas trascendentales.

Podemos comprobar que adquiere gran relevancia el empleo de materiales y técnicas procedentes de la construcción. El uso del acero y el hierro y la incorporación de la soldadura permitirán la realización de la obra abstracta de destacados escultores, que en su trabajo explorarán la apertura de las formas, el valor expresivo del vacío o la representación del movimiento. En este sentido, podemos destacar las obras de Jorge Oteiza (1908-2003), Eusebio Sempere (1923-1985), Andreu Alfaro (1929-2012), Amadeo Gabino (1922-2004), Martín Chirino (1925-2019) o Eduardo Chillida (1924-2002).

Aparece representada, además, la influencia de corrientes internacionales como el
en la obra de autores como el Equipo Crónica, que aúnan este influjo con la tradición española.

Es reseñable la expresividad de obras de tendencia figurativa de autores como David Lechuga (1950) o Francisco Leiro (1957), de aire primitivista y con acusada presencia de las vanguardias.

En consonancia con la naturaleza de la Colección BBVA, han de señalarse una serie de obras murales que responden a una práctica, frecuente durante las décadas de los setenta y ochenta, de apoyo a la creación artística por parte de entidades financieras. Se encargaron murales para su exhibición en oficinas y edificios a importantes artistas, entre ellos los ya mencionados Amadeo Gabino o Eusebio Sempere, y otros como Ángel Orensanz (1940) o Feliciano Hernández (1936-2018). Durante los últimos años, la Colección BBVA ha llevado a cabo una importante labor de conservación y puesta en valor de estas piezas.

Por otro lado, la escultura fue el medio de experimentación para una serie de creadores cercanos al
y al
cuya producción proliferó tras la llegada de la democracia a nuestro país y que se integrarán en el panorama artístico internacional. Es el caso de las obras de Eva Lootz (1940), Adolfo Schlosser (1939-2004), Nacho Criado (1943-2010) o Cristina Iglesias (1956), a medio camino entre el objeto y la instalación artística.

En cuanto a las propuestas más actuales, cabe mencionar obras como las de Mar Solís (1967) o David Rodríguez Caballero (1970) que, inspiradas en las formas de la naturaleza, destacan por su ligereza y elegancia.

Y, finalmente, resaltaremos un conjunto de obras que integran nuevas tecnologías y materiales. Mediante el empleo de elementos ajenos al mundo del arte, como el led o la fibra óptica, Pablo Armesto (1970) consigue en su obra plasmar de manera literal la luz; Daniel Canogar (1964) reflexiona acerca de la sociedad datificada en la que vivimos, con especial fascinación y preocupación por nuestra relación con las nuevas tecnologías.

Estas propuestas dan cuenta de la flexibilización que el término escultura ha experimentado durante el último siglo y de las posibilidades expresivas que brinda la incorporación de nuevos materiales.