En esta magnífica obra se sintetizan dos técnicas utilizadas habitualmente por el artista: la y la pintura, que combina y amalgama para crear una composición magnética.

La trayectoria profesional de Caballero estuvo marcada por su entusiasmo por el teatro y la poesía. Mantuvo una gran amistad con dos grandes de la literatura del siglo XX, Federico García Lorca y Pablo Neruda. Se interesó por el surrealismo, pero orientó su creación hacia el estudio del cromatismo, desde un ascetismo y una espiritualidad al servicio de la literatura.

Esta obra coincide en el tiempo con la serie de litografías que realizó para ilustrar Oceana, un libro de poemas de Neruda, en la que el círculo soporta el peso de la composición.

Día nada es el resultado de un complejo proceso de creación donde no cabe lo aleatorio, aunque parezca lo contrario. El soporte presenta tres figuras antitéticas resueltas en tres fases diferentes. En primer lugar esa pirámide roja a la que superpone parcialmente una veladura negra en la que se combinan la arruga, la ligereza y la transparencia; ambas realizadas en . Por último el círculo, esa especie de maelström que traza con contundencia ayudado del acrílico. Una presencia lunar a la que alude en el título y que ocupa prácticamente la totalidad del soporte. Una vez concluida la obra, insatisfecho con el color del fondo, tuvo la paciencia de repintarlo con un tono más claro para proporcionar esa fuerza que ahora transmite.