Benjamin Palencia

(Albacete, 1894 – Madrid 1980)

Bodegón

1930

tintas negra y rojiza, y ceras de colores sobre papel

44 x 27,8 cm

Nº inv. 2185

Colección BBVA España



Palencia siempre se encuentra en estrecho contacto con las vanguardias del momento y experimenta los diferentes modos de expresión hasta llegar definitivamente a un lenguaje propio.

A su llegada a París se sumerge en una producción cubista que pronto abandonará para, junto a Pancho Cossío (1898-1970) y Francisco Bores (1898-1972), adentrarse en la figuración lírica, de la que esta obra de 1930 es excelente muestra.

Posteriormente funda, junto a Alberto Sánchez (1895-1962), la
, en la que predominarán las formas sobrias y los colores terrosos, intentando renovar el arte español desprendiéndose del magnetismo de las vanguardias parisinas.

Eliminado todo objeto superfluo, llega a la sobriedad en el trazo, para dar rienda suelta al color que, aunque dentro de una paleta de arcillas y tierras, siempre será luminoso. El suyo es un arte marcado por la tradición sin abandonar la modernidad.

En esta obra de pequeño formato nos muestra un mundo íntimo y cercano. Mediante la unión de la mancha de color y la espontaneidad de los trazos curvilíneos representa un frutero. Al contrario de la norma, dispone en primera instancia las manchas de color que darán tono a las frutas. Sobre esas manchas dispone los contornos insinuados de las frutas y frutero, a través de óvalos concéntricos y líneas curvas que nada tienen de improvisadas. Esta técnica resulta de una tremenda eficacia por la vibración, que da vida al conjunto.

Para completar la escena, se apoya en el uso de la plumilla para definir el racimo de uvas y el rabillo y las hojas de las frutas. Al tiempo establece una línea horizontal que da profundidad a la obra, a través de la mesa y el fondo de rayas sobre el que se dispone el frutero.