Joan Hernández Pijuan

(Barcelona, 1931 – 2005)

Fulla Blanca

1987

acrílico y pastel sobre cartón

130,4 x 98,3 cm

Nº inv. 2653

Colección BBVA España



La percepción del paisaje es el eje y el espacio de creación sobre el que evoluciona la obra de Hernández Pijuan. Tras un periodo conceptual en los setenta, con lienzos de gran tamaño en los que deposita objetos únicos y solitarios que le acercan a la naturaleza muerta y aportan al espacio una dimensión trascendental, en los setenta aparecen los espacios milimetrados en los que estudia el color, la luz y el movimiento.

Los ochenta suponen su regreso a una
, en la que su visión se traslada de lo global de las grandes superficies a lo particular del objeto. Un objeto único que llega a invadir la superficie del soporte. En los noventa su obra se hace más sintética y los elementos se simplifican hasta la trama y el signo, se convierten en los únicos protagonistas del paisaje.

En su obra es evidente la influencia que sobre su creación ejerció el
, pero también la abstracción francesa y americana de posguerra que había conocido durante su estancia en la capital francesa (1957).

Es en 1987 cuando finaliza su tesis Pintura y espacio, una experiencia personal, que da soporte teórico a su pintura. En esta década aparecen todos los rasgos que caracterizan su producción de madurez: la mancha, el dibujo caligráfico y la austeridad cromática. Se hace evidente su interés por la descripción del espacio, protagonista absoluto de su obra, que le permite jugar con las grandes manchas y las texturas dentro de una gama de colores reducida. Esto hace que el paisaje se convierta en un tema recurrente en sus obras, paisajes de Folquer, cerca de su Segarra materna.

De esos fondos trabajados surgen los motivos del recuerdo, de la memoria. Los interpreta con expresividad, mediante manchas, o empleando una pintura más caligráfica, cercana al dibujo, que nace bajo la influencia de la escritura oriental y se ajusta a su búsqueda de la simplicidad unida a la expresión.

Los motivos que aparecen en las tres obras de los años ochenta presentes en la Colección BBVA son recurrentes y seguirán formando parte de su universo pictórico. También es importante señalar que dos de estas obras las realiza sobre cartón. Porque para Hernández Pijuan el papel no es un soporte en el que experimentar sus trabajos, sino un ámbito en el que construye su creación.

La visión global del paisaje, ese horizonte esbozado sobre un fondo de tierra o lo particular del objeto, ese blanco que irrumpe sobre un fondo negro, monocromo, denso, ese elemento vegetal que se abre paso en el soporte y que nos hace pensar en el efecto de la tiza sobre la pizarra.