Considerado como uno de los artistas más destacados de la posguerra española, Josep Guinovart evolucionó de la a la abstracción matérica. Las corrientes del le ofrecieron una nueva perspectiva, que implicaba la manipulación libre de la materia y el objeto, utilizando diferentes modos de expresión, para llegar a configurar un estilo muy personal y reconocible.
Gracias al uso del , estableció una relación directa entre naturaleza y pintura, integrando en sus composiciones materiales que pertenecen a su ámbito personal, para crear un conjunto homogéneo. A partir de 1974 la arena se convirtió en el elemento principal de sus obras, alcanzando la categoría de símbolo. Su empleo artístico remite a la estancia de Guinovart en Agramunt durante la Guerra Civil; esa experiencia de la vida rural le lleva a reflexionar sobre el valor y el significado de la tierra, un tema que seguirá presente en su obra durante toda su vida.
Esta pieza, realizada con técnica mixta, es claro ejemplo de su estilo de madurez. El fondo −resuelto con , y − es una clara muestra de su interés por las formas orgánicas de inspiración natural. Sobre esta base incorpora acrílico y materiales humildes, como la arena, que utiliza para cubrir parte de la superficie, consiguiendo que todos los componentes queden fusionados.
Toda la obra de Guinovart, caracterizada por la libertad del lenguaje pictórico y la profundidad de su mundo subjetivo, manifiesta la voluntad del artista de estructurar y componer de manera equilibrada a la vez que expresiva. Su obra está directamente vinculada con la realidad, y en esto reside la clave de su producción: aun tratándose de composiciones abstractas, las texturas, objetos y color de sus pinturas suscitan impresiones realistas y generan sensaciones, transformando los elementos de la naturaleza en símbolos que remiten a la vida, a la tierra.