Joan Miró realiza su primer trabajo impreso en 1928, cuando ilustra un libro de poemas de Lise Hirtz titulado
Il était une petite pie. Desde ese momento, su obra gráfica fluirá en paralelo a su pintura, abriéndole un ilimitado campo de posibilidades de experimentación con nuevas técnicas, procedimientos y lenguajes. Esta innovadora forma de trabajar no sólo sirve al artista como ampliación de su repertorio técnico, sino que, además, le posibilita llegar a un público más amplio. La importancia que esta práctica adquiere en su trayectoria se pone de manifiesto con el Premio de la Sección de Grabado de la Bienal de Venecia, otorgado al artista en 1954.
La técnica gráfica se convierte para Miró en un verdadero laboratorio de experimentación. En este sentido juega un papel fundamental su estancia en Estados Unidos durante los años cuarenta. Allí recala, en 1947, en el

fue un estudio de grabado fundado por Stanley William Hayter (1901-1988). Licenciado en física y geología, es considerado como uno de los grabadores más importantes del siglo XX. Gracias a esta iniciativa, que abrió sus puertas en París en 1927, favoreció una nueva aproximación a la técnica del grabado, basada en la libertad expresiva y plástica de los artistas, permitiéndoles llegar a novedosos resultados en el campo de la gráfica. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, el taller fue trasladado a Nueva York, volviendo a establecerse en la capital francesa en 1950. Algunas de las figuras que trabajaron en él fueron Pablo Picasso (1881-1973), Joan Miró (1893-1983), José Guerrero (1914-1991) Alberto Giacometti (1901- 1966), Yves Tanguy (1900-1955), Jackson Pollock (1912-1956) o Mark Rothko (1903-1970).
de Nueva York. Fundado en 1927 por el grabador británico Stanley William Hayter (1901-1988), este taller fue un espacio de investigación plástica en el que se experimentaba con todo tipo de nuevas metodologías y procesos con la ambición de llegar a una reformulación contemporánea del grabado tradicional.
A su regreso de Estados Unidos Miró intensifica su producción gráfica, y especialmente la litográfica, gracias al apoyo del editor y galerista parisino Aimé Maeght. Un interesante ejemplo es esta viva obra
Poètes, sculpteurs, peintres, que forma parte del
Album 19, editado por Maeght en 1961 en París y configurado por un prefacio de Raymond Queneau y veintiséis litografías que muestran al Miró más expresivo. La pieza conjuga el trazo caligráfico y automático tan característico de su obra con vibrantes áreas de color, que flotan libremente por la composición, evocando sus íntimos universos cósmicos de principios de los años cuarenta. La explosión de color rojo remite a la potente pintura del círculo de artistas abstractos americanos que el creador conoce durante su estancia en Nueva York y que influyen decisivamente en su trabajo de los años setenta. Además, el artista introduce la palabra, un elemento muy relacionado con el movimiento surrealista y con la poesía, y que tendrá un papel protagonista a lo largo de toda su trayectoria. Una versión anterior de
Poètes, sculpteurs, peintres fue utilizada para el cartel de la muestra que, con este título, se celebró en 1960 en la Galería Maeght.
Un año más tarde, Miró la modifica y la incluye como ilustración número diecisiete en el
Album 19.