Joan Miró

(Barcelona, 1893 – Palma de Mallorca, 1983)

Sin título

1978

Portfolio Album 21

litografía sobre papel Arches (49/75)

65 x 50,4 cm

Nº inv. 557136

Colección BBVA España



En 1928 Joan Miró se inicia en el campo de la obra gráfica, que, desde ese momento, se convierte en una práctica fundamental, desarrollada en paralelo a su pintura. Este medio, que le proporciona gran libertad creativa, se configura como una herramienta idónea para la experimentación plástica, logrando con él interesantes resultados. 

Sus primeros trabajos gráficos se caracterizan por el uso predominante del blanco y negro. Tras una estancia en Estados Unidos, comienza a introducir el color, probablemente influenciado por las monumentales y coloridas composiciones de los artistas abstractos americanos. Con el paso de los años alcanza un total dominio de la técnica y del color, que se evidencia en la libertad compositiva y en la calidad cromática de las creaciones. 

Desde sus primeras experiencias, la obra gráfica de Miró está intensamente ligada al campo de la poesía. Ya en 1928 el primer trabajo que realiza es para ilustrar un delicado libro de poemas de Lise Hirtz titulado Il était une petite pie. Esta actividad se intensifica a partir de los años cincuenta, cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, puede reanudar el contacto con el círculo de poetas que conoció en París en los años veinte. A partir de este momento, y apoyado por Aimé Maeght, aumentará su producción gráfica, especialmente la litográfica, con la publicación de libros ilustrados y revistas como la célebre Derrière le miroir. 

Esta obra de la Colección BBVA es un interesante ejemplo de la relación de la obra litográfica de Miró con la literatura. La pieza pertenece al poemario Album 21, de Carlos Franqui, editado por Maeght en París en 1978. La publicación recoge veintiuna litografías en color de Joan Miró, que evidencian la maestría del artista en la técnica litográfica. En esta pieza, un verdadero alarde de libertad compositiva, se observa la fascinación del creador por el trazo caligráfico y por la efusiva gestualidad del
. Miró la lleva a cabo con ochenta y cinco años; en ella recrea un mundo fantástico, que recuerda las composiciones de los años veinte, concebidas como universos infantiles que invitan al espectador a evadirse de la realidad. El interés del artista por el dibujo se manifiesta a través de una técnica gráfica que emula el trazo rápido e improvisado del lápiz sobre el papel.