El período que Joaquim Mir pasa en Maspujols constituye una época delicada para el artista. Una crisis reciente le había obligado a permanecer durante casi dos años en el hospital psiquiátrico Pere Mata de Reus. La sensibilidad artística de Mir se verá incrementada, si cabe, en estos años de dura prueba.

Tras recuperarse, el pintor alcanzará su consagración. Así lo atestigua su segunda exposición individual, organizada por Miquel Utrillo (1862-1934) en las galerías del Faianç Català en 1909. Su pintura de esta época sorprenderá nuevamente, y creará controversias por el uso del color y por el grado de abstracción que alcanza siguiendo la línea de trabajo de sus anteriores pinturas mallorquinas. Como acertadamente describía el analista Joaquim Folch i Torres, el artista refleja “colores y manchas maravillosos e insospechados, que, si no hablan del mundo, deleitan la mirada”. Buen ejemplo de ello es este pastel, cuya armonía cromática le aleja delicadamente del color real.

Las obras al pastel de Mir recuerdan a la pintura al óleo, poniendo de manifiesto la importancia que da el artista a esta técnica, a la que considera mucho más que un mero recurso auxiliar para llevar a cabo dibujos preparatorios. En esta pieza se percibe un manejo experto de esta técnica, aprovechando el tono del papel y escogiendo sabiamente qué terminar y qué dejar abocetado. La obra resultante es de una belleza extraordinaria, digna del gran paisajista catalán.