José Guerrero

(Granada, 1914 – Barcelona, 1991)

Verde, Azul, Magenta, Rojo, Amarillo y Negro

1985

Carpeta El Alba

aguafuerte y aguatinta sobre papel (16/75)

76 x 57,3 cm

Nº inv. 31063, 31064, 31065, P04223, P04224 y P04225

Colección BBVA España



José Guerrero fue una figura fundamental en el desarrollo de la pintura no figurativa en España y uno de los pocos representantes en nuestro país del denominado
norteamericano.
Desde temprana edad muestra una gran sensibilidad por las tonalidades del entorno y del paisaje, que reproducirá constantemente en toda su obra. Tras un primer periodo de formación en la Escuela de Artes y Oficios de Granada y en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, se traslada a París. Allí se produce su primer contacto con la creación de vanguardia, hecho que marca el futuro de su lenguaje plástico. Sin embargo, la consolidación de su estilo tiene lugar durante su estancia en Nueva York, la nueva capital artística, en la que se instala en 1950 junto a su mujer Roxanne Whittier Pollock en busca de nuevos retos y oportunidades. Será precisamente en el país americano donde, tras un incesante proceso de investigación, encuentre su particular vocabulario, caracterizado por un uso totalmente expresivo del color y una potente gestualidad, derivados de su relación con los artistas de la


Además, la etapa neoyorquina resulta fundamental para su producción gráfica, ya que se inicia en dicha práctica a principios de los cincuenta de la mano de Stanley William Hayter (1901-1988) en el
de La Gran Manzana. La colaboración con este laboratorio experimental de grabado y estampación −en el que se utilizaba el método conocido como “impresión a color simultáneo”, que acelera el método de trabajo, situando el resultado final más cerca del impulso creativo− le permite alcanzar unos resultados conceptuales y plásticos que no ha logrado todavía sobre la tela: al despojar la pieza de toda referencia espacial y real, consigue llegar a la máxima abstracción. El trabajo gráfico tendrá un papel especialmente relevante en su carrera a partir de 1970, ya que hace posible una mayor difusión y comercialización de su obra. Durante esta década se dedica principalmente a la litografía y a la
, qu
e conoce a través de Abel Martín (1931-1993), y trabaja en carpetas que continuará editando en los años ochenta, momento en el que regresa al
y
y ejecuta en el Taller Mayor 28 dos de sus grandes series:
New York-Madrid y El alba. Esta última, editada por la Galería Antonio Machón, integra seis aguafuertes, que suponen un excelente ejemplo de su etapa de madurez; la Colección BBVA posee un ejemplar completo (16/75). 

El conjunto evidencia la importancia del color en el quehacer de José Guerrero, rasgo  que el propio autor subraya en 1988: “El color se extiende, no para nunca”. La elección de cada tonalidad no es casual, encierra un significado propio en la medida en que constituye la expresión de un recuerdo, un suceso vivido. Así, el rojo alude a la almagra, un pigmento muy utilizado en Andalucía; el negro tiene una connotación melancólica que lo relaciona con el luto que vive desde la infancia en su entorno familiar; el amarillo sugiere los trigales, muy vinculados a sus temporadas en la dehesa de Chite durante los veranos que pasa con sus abuelos en esa localidad y evoca, además, la luminosidad de su tierra natal, y el azul le recuerda a su niñez en Granada, como él mismo rememora: “Era con el que pintaban los zócalos de mi casa… era el añil”. Existen cinco dibujos preparatorios de 1984 para estos grabados (CR 1104, CR 1105, CR 1106, CR 1107 y CR 1108) que ponen de manifiesto el proceso creativo del autor, que, lejos de improvisar delante del lienzo u hoja en blanco, estudia detenidamente cada composición. Sin embargo, la gestualidad con la que aplica la pincelada y la vibración cromática generan sensación de espontaneidad. Es reseñable cómo, a pesar del pequeño formato, el dominio de la técnica gráfica le permite trasladar al papel la potencia de sus grandes lienzos, que, como aquellos de Mark Rothko (1903-1970), invitan a la contemplación y a la introspección a través de la forma y el color. 

Partiendo del boceto para el
de esta serie titulado
Negro, el autor lleva a cabo una
que interviene con óleo en 1984 y en cuya composición y
tonalidades se basa el cuadro Negro Marfil de 1985.