Alberto Arrúe Valle

(Bilbao, 1878 ─ 1944)

Pescadores en el puerto de Bermeo

s.f.

pastel sobre papel

38 x 58 cm

Nº inv. P00004

Colección BBVA España



Alberto Arrúe pertenece al grupo de pintores vascos que, durante finales del XIX y principios del XX, ejercieron un importante papel en la representación de las tradiciones locales. A lo largo de toda su trayectoria desarrolló una pintura muy comprometida con la modernidad, siendo uno de los más firmes y prestigiosos artistas de nuestro país. Caracterizado por una extraordinaria honradez, tanto a nivel artístico como personal, nunca mostró interés por formar parte del entramado en torno al mercado del arte, y esta es posiblemente la causa de que no haya pasado a la posteridad con la misma fama que otros creadores coetáneos, como Aurelio Arteta (1879-1940) o los hermanos Zubiaurre, Valentín (1879-1963) y Ramón (1882-1969). Prefirió padecer que sucumbir a los gustos del público o a los dictados de la crítica, hecho que merece ser considerado como un gran mérito.

Su producción es fiel reflejo de su personalidad, aunando pureza y equilibrio. Trabajaba en soledad, prefería pintar de memoria o partiendo de bocetos tomados rápidamente del natural. Probablemente su destacable humildad sea lo que le lleva a interesarse por los temas más cercanos al pueblo vasco, algo que ilustra bien esta obra. La escena muestra a un conjunto de pescadores vascos en el puerto de Bermeo; se puede apreciar que la mujer, situada a la izquierda de la imagen, más que parecer una trabajadora portuaria tiene aspecto casi aristocrático. La representa con gran finura y elegancia, frente al modelado escultórico de las figuras masculinas, a las que concede una apariencia más rígida. Es frecuente en Arrúe recurrir a temáticas costumbristas, que dota de carga simbólica, con intención de realizar una crítica a la sociedad del momento.

Desde un punto de vista formal, muestra un dominio absoluto de la técnica del pastel como medio expresivo. Mediante el uso de colores puros consigue múltiples tonalidades y atractivos contrastes, que evidencian su contacto con la pintura parisina finisecular. A la vez, su sólida formación académica se hace patente en la estilización y en la importancia del dibujo y la composición, reforzada por un interesante estudio lumínico de suma modernidad, creando un conjunto muy armonioso.

Gracias a su exquisita formación y a sus estancias fuera del país, Arrúe logró aunar la tradición de los grandes maestros españoles y las innovaciones del arte moderno parisino. Todo ello le permitió crear sus propios medios de expresión de manera intuitiva y desarrollar una admirable capacidad creadora, siempre fiel a sus cánones estéticos basados en la sobriedad, la naturalidad y la elegancia.