Aurelio Arteta y Errasti

(Bilbao, 1879 – Ciudad de México, 1940)

Torso con martillo. Estudio para “El astillero”

h. 1921-1922

carboncillo sobre papel encolado a cartulina

99,2 x 74,1 cm

Nº inv. P00007

Colección BBVA España


En Arteta se fusionan las nuevas corrientes artísticas, que había conocido durante su estancia europea, con las virtudes del arte clásico, del que son evidentes la síntesis, las proporciones canónicas, la monumentalidad y la intelectualización de lo representado. Composiciones en las que están presentes la forma, el orden y la medida.
 
En este estudio —correspondiente a una de las figuras de El astillero, uno de los frescos realizados para decorar la rotonda del antiguo edificio del Banco de Bilbao en la calle Alcalá de Ma­drid— el trabajador, con el torso desnudo y en movimiento, em­pu­ña un martillo para remachar las planchas metálicas de un buque en construcción. El ar­tista se inspiró para esta composición en escenas vistas en los talleres de forja y remacha en Olaveaga, donde realizó numerosos estudios previos, algunos apenas esbozados, en cuadernos de dibujo.
 
Las figuras de Arteta, como es el caso de este estudio, son corpulentas, casi titánicas, de una anatomía fuerte y vigorosa: brazos musculosos en tensión, torsos atléticos y piernas en movimiento. El volumen de estos cuerpos recuerda a los modelos miguelangelescos de la Capilla Sixtina, que debió conocer de primera mano durante su estancia en tierras italianas.
 
En 1921 recibió el encargo oficial de representar, en la rotonda del edificio que el Banco de Bilbao estaba erigiendo en la madrileña calle de Alcalá, un canto al esfuerzo humano, que desarrolló mediante un friso circular compuesto por doce murales de 2 metros de alto por 3 metros de ancho cada uno, separados mediante columnas, casi barrocas, de orden compuesto.
 
Entre 1920 y 1922 rellenó multitud de cuadernos de estudios previos, realizando bocetos del natural en escenarios mineros, portuarios, industriales, ferroviarios y agrícolas. Utiliza el carboncillo para plasmar sobre el papel sus primeras ideas mediante rápidos, meditados, esquemáticos y rectilíneos trazos; figuras que incluirá en composiciones que después dotará de color antes de trasladarlas definitivamente al fresco; figuras con trazos muy marcados representadas con una paleta de colores muy contrastados en función de la escena.
 
Estos frescos son un canto al trabajo de los hombres y mujeres del pueblo vasco. En ellos se representan las virtudes de una raza poderosa, escultural, en acción, sin temor al futuro, entregada al esfuerzo. Para ello representa de manera alegórica el trabajo a través de la actividad minera, la industrial, la siderúrgica, la construcción naval, así como de la agricultura, la ganadería y la pesca. Todas las escenas reflejan que el progreso se logra mediante la perseverancia y el afán de superación ante cualquier adversidad. También están presentes las artes y el trabajo intelectual; la mirada vigilante de la pintura, el tacto de la escultura, el cálculo preciso de la arquitectura, la introversión de la música y la melancolía de la poesía.