Joan Miró

(Barcelona, 1893 – Palma de Mallorca, 1983)

Le Permissionnaire

1974

grabado (aguafuerte, aguatinta y carborundum) sobre papel (9/50)

140 x 93 cm

Nº inv. P00948

Colección BBVA España



Le Permissionnaire es una obra llena de expresividad, donde el gesto de un Miró consolidado conforma una pieza singular y potente.

Joan Miró demuestra en su faceta de grabador el total manejo de la técnica. Su capacidad de invención y experimentación con nuevos materiales aporta novedades en el proceso de estampación que potencian la expresividad de la obra.

A partir de 1967 Miró comienza a utilizar la técnica del carborundum, difundida por Henri Goetz (1909-1989). Frente al grabado tradicional −en el que se trabaja el metal mediante el
, la
o el ácido−, el nuevo material resultaba mucho más versátil, de aplicación más fácil y menor toxicidad; además, al estar compuesto de elementos muy resistentes a la presión, permitía un mayor relieve matérico. El aumento del formato del papel, que llega a medir hasta 160 x 129 cm, le permite crear grabados monumentales, tanto por su tamaño como por la profundidad de sus colores y la precisión y poder del trazo, que se ve reforzado mediante la materia que le aporta el uso del carborundum.

Su forma de trabajar la técnica del grabado, espontánea y directa, remite al
, que pudo conocer durante su estancia en Nueva York en 1947; en los trabajos de esta época, especialmente en el trazo, también podemos encontrar huellas de su admiración por la pintura y caligrafía japonesa, artes que pudo conocer de primera mano en su primer viaje a Japón en 1966.

En piezas como Le Permissionnaire, el artista parte siempre parte del trazo grueso y negro, rotundo y lleno de fuerza, al que se suma el color, empleando en esta obra sus característicos rojo, azul, amarillo y verde. En el conjunto destaca un gran ojo, de iris azul, rodeado de líricas grafías −líneas, puntos, flechas−, así como una estrella de ocho puntas, característica en su producción. Como en Gat i ma, también en la Colección BBVA, en esta obra aparece la impresión de la huella de una mano, que remite al origen del arte como lenguaje y a la vez es un signo de modernidad.

Una obra que parece mirar y cuestionar al espectador y que, como es habitual en la obra del artista, no le deja indiferente.