José Guerrero

(Granada, 1914 – Barcelona, 1991)

Sin título (Soneto. Federico García Lorca)

1975

litografía sobre papel (51/75)

65,2 x 50,1 cm

Nº inv. P06954

Colección BBVA España



Soneto. Federico García Lorca pertenece a El color en la poesía, una carpeta editada por la Galería Juana Mordó y Grupo Quince compuesta por seis litografías dedicadas a Rafael Alberti, Lawrence Ferlinghetti, Federico García Lorca, Stanley Kunitz, Pablo Neruda y Jorge Guillén. Todas ellas aparecen acompañadas de unos versos de cada poeta, en este caso el Soneto del poeta granadino:

Y el agua errante se pondrá amarilla
mientras corre mi sangre en la maleza
mojada y olorosa de la orilla.

Guerrero es, como Esteban Vicente (1903-2001), uno de nuestros artistas más internacionales, integrantes ambos del
americano.

Tras su formación en Madrid y su paso por París y Roma, donde conoce a la que será su esposa, Roxanne Pollock, en 1949 se instala en Nueva York. Allí se estaba gestando el
, en cuyo grupo se integró, vinculándose a la tendencia denominada
.

En los años sesenta vuelve a España, donde encuentra el clima propicio para seguir desarrollando su pintura de vibrante cromatismo. Su proceso artístico se centra en el estudio de la propia pintura, mediante la cual refleja su experiencia personal en forma de color: “El color se extiende, no para nunca”, afirma en 1988.

Para el artista, cada color es una expresión en sí misma, un recuerdo, una experiencia vivida, que muestra al desnudo sus obras, ya sean óleos u obra gráfica.

El color azul, representa para él su infancia, el recuerdo de las muñequillas para blanquear la ropa que confeccionaba su madre; el rojo, la almagra de la tierra de Andalucía, su tierra; el negro le apasiona, a pesar de ser un color trágico y para el artista tan familiar, ya que se lo veía cada día a su madre, de luto desde la temprana desaparición de su padre; el amarillo, los trigales, el campo, muy vinculados a sus experiencias campesinas y a sus paseos; el blanco le recuerda a su tierra, por las paredes encaladas; los malvas y violetas, frutas como el higo chumbo o la breva; el gris, los montes andaluces. Es por tanto, una entrega vital y enérgica al color, muy íntima y personal, donde no hay cabida para las sombras y donde parece compartir con el espectador cada sensación y cada vivencia acontecida.