Francisco Farreras Ricart

(Barcelona, 1927 - Madrid, 2021)

Sin título

1986

técnica mixta sobre tablex

63 x 49 cm

Nº inv. 00610/1

Colección BBVA España



Nos encontramos ante un soberbio ejemplo de la obra de Francisco Farreras, que desarrolla su trabajo en la línea de una abstracción absolutamente personal.

El proceso creativo de Farreras discurre en el diálogo con la obra y sin bocetos previos. Para el artista, la creación no supone imitar la realidad exterior, sino revelar la imagen del mundo que duerme en su subconsciente. En este acto de revelar su propia imagen del mundo, y a medida que avanza en su trayectoria, las herramientas tradicionales del pintor son sustituidas por papel, cartón, tela y madera.

En los años setenta, tras fijar su residencia en Madrid en 1971, su obra alcanzará la madurez. Se plasmará en ella la experiencia adquirida en sus múltiples viajes, entre ellos dos estancias en París en los cincuenta y otra en Nueva York a mediados de los sesenta, que le proporcionarán la oportunidad de conocer la vanguardia internacional, el
y el
.

A mediados de la década irá abandonando de manera paulatina la planimetría de sus collages para pasar al volumen de sus “coudrages”, evolución que podemos observar claramente a través de las obras de la Colección BBVA: desde los años cincuenta −época de sus primeros collages de línea más informalista, con papel de seda sobre fondo oscuro−, pasando por los setenta −con obras más luminosas y de complejas texturas de papel, cola y cartón−, y desembocando en los “coudrages”, como es el caso de la presente obra, de 1986, donde la textura se serena para ceder el protagonismo a la tridimensionalidad. Esta etapa supone un punto de inflexión en su trayectoria, coincidente con la realización, en 1984, de un gran mural-
para el aeropuerto de Madrid.

En esta obra los planos se construyen con fragmentos de lienzo cosidos entre sí; las puntadas sobre el tejido sustituyen a la línea. El cartón asoma bajo el lienzo en la franja inferior, añadiendo texturas a la pieza. El conjunto permanece así entre la imperfección y el equilibrio, logrando que ambos sean una sola cosa.