José Manuel Broto

(Zaragoza, 1949)

Sin título

1983

óleo sobre lienzo

130,3 x 162 cm

Nº inv. 1647

Colección BBVA España


Los inicios de la creación de José Manuel Broto se vinculan a los principios estéticos que postulaba el grupo francés
y a su participación en la creación del colectivo multidisciplinar Trama, que defendía lo que se denominó
, reivindicando el hecho de pintar frente a la moda conceptual que se desarrollaba en Cataluña en esos años y como alternativa a la nueva figuración que empezaba a cobrar fuerza en el panorama artístico. Desarrolla entonces una plástica minimalista, en la que busca una combinación de formas cromáticas alejadas de cualquier significado.

Tras esa etapa de “
” evoluciona en los ochenta hacia una abstracción protagonizada por el color, combinado con formas abstractas o referencias a objetos geométricos. Su forma de interpretar la figura siempre se encontrará en un terreno intermedio entre la figuración y la abstracción, en un gestualismo que recuerda también los inicios de la
, poblado de escaleras, rejas, fuentes… —elementos también presentes en la obra de Joan Miró (1893-1983) y Antoni Tàpies (1923-2012)—, siempre flotando sobre el fondo, lo que les aporta un aura de misterio y misticismo. El color y el trazo adquieren importancia. El gesto nervioso, la pincelada espontánea, la mancha de pintura, el goteo, la utilización de garabatos que nos recuerdan la escritura caligráfica, todos ellos son elementos que nos hablan de su vínculo con el
.

La contundencia de este lienzo de 1983 la consigue el artista mediante la superposición de colores, combinando empastados con capas de pintura más diluida, logrando veladuras y transparencias que dotan a la obra de una brillantez y vibración excepcional.

La pirámide escalonada que centra la composición es muy parecida a otra que incluye en un cuadro de 1984, titulado A. T., en homenaje a Antoni Tàpies, al que tanto debe la iconografía del artista. Se trata de un paisaje sutil, romántico, puede que alegórico, en el que ese zigurat se convierte en el elemento que pone en relación la tierra con el cielo, lo terrenal con lo espiritual.