Alfonso Albacete

(Antequera, Málaga, 1950)

Narciso I

1986

óleo sobre lienzo

208 x 174 cm

Nº inv. 2504

Colección BBVA España


A partir de sus primeros trabajos en el marco del
, a finales de los años setenta es el puro placer de pintar el que toma posesión del lienzo. El impresionismo, el
, el
y la abstracción americana, todo ello lo asimila Albacete y lo fusiona con la inmersión en el paisaje levantino, al que se aproxima a través de las enseñanzas de su maestro Juan Bonafé (1901-1969), dando como resultado una pintura en la que el color, la luz y la pincelada son protagonistas.

Habitualmente trabaja en series temáticas de cuadros, que somete a una exploración detallada, entre las que destacan las dedicadas al estudio del pintor, a los bañistas o a la figura de Narciso.

La geometría va diluyéndose a favor de una mayor presencia de la luz, y a partir de los noventa la figura, el bodegón y el paisaje se convierten en tema central de su pintura, que en algunos casos avanza hacia la abstracción.

El agua aparece de forma reiterada en su obra. Para Albacete, agua y pintura son lo mismo, según sus propias palabras, “bucear en el mar o bucear en la pintura…” Las tranquilas aguas de la pintura que pueden convertirse en vertiginoso remolino.

En este lienzo solo hay un punto de quietud, de pétrea serenidad - el templo-, el resto es un torbellino que todo lo engulle. El mito de Ovidio fue una gran fuente de inspiración para el pintor, y le dedicó además de esta magnífica pintura varios grabados. En Narciso nacimiento y muerte se vinculan al agua, no al agua tranquila sino turbulenta, en ese afán por fundirse con el medio acuático y diluirse en él.