Eduardo Arroyo

(Madrid, 1937-2018)

La muerte de García Lorca

1982

óleo sobre lienzo

116 x 89 cm

Nº inv. 2659

Colección BBVA España


 Tras finalizar la carrera de periodismo (1957) se traslada a París con la idea de escribir, pero pronto la pintura prevalece sobre su dedicación literaria, que sin embargo sigue siendo fundamental en su trayectoria. Su pintura figurativa, de tono cáustico y sarcástico, le aproxima al
, debido en parte a la utilización de colores vivos, de pincelada plana, en los que la profundidad está ausente. Su actitud crítica frente a las dictaduras le lleva a ridiculizar y reinterpretar los tópicos españoles, lo que le valdrá la persecución del régimen franquista. Aunque regresó a España tras la muerte de Franco, no recibió el merecido reconocimiento oficial a su obra hasta 1982, fecha en la que se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas.

Su experiencia como refugiado político (1973-1975) le movió a realizar series dedicadas a personajes que sufrieron el exilio o la represión. La muerte de Lorca fue un hito que marcó a toda una generación, y Arroyo le dedica una de sus series de cuadros-homenaje a poetas muertos. Su particular interpretación tiene un marcado carácter cinematográfico, mostrando en un plano de detalle el manillar de una bicicleta, el moderno caballo metálico “sin freno” del romance lorquiano de Don Pedro. También elipsis del trágico suceso; vehículo que le conduce hacia la muerte en una zona de vegetación cerca de Fuente Grande, al pie de la sierra de Alfacar.

Sobre esta imagen, superpone la firma del poeta, mitad dibujo, mitad grafía —Lorca acostumbraba a realizar pequeños dibujos junto a sus poemas— en un color negro que se confunde con el fondo salvo cuando rasga el brillo del metálico manillar: “Sangre de poetas / que dejaron sus almas / perderse en los senderos / de la Naturaleza”. Un canto triste y melancólico al sinsentido de la intolerancia y la muerte.