A finales de los años sesenta, Canogar ya se planteó la representación de grupos de figuras cuyos perfiles se marcaban con trazos gruesos de pintura, o bien se recortaban de forma parcial en el soporte. Pero hasta la década de los ochenta no volvió a retomar la utilización de figuras sin rostro, aunque en este caso se limitase solo a la esquematización de la cabeza.
Partiendo de una cabeza muy esquemática, representada en solitario, desde 1987 multiplica su presencia en la composición, un conjunto de perfiles —normalmente entre tres y cinco— que configuran sus Escenas urbanas, en las que los únicos protagonistas son esos trazos que las pueblan sobre un fondo de color. Una iconografía que seguirá repitiendo hasta 1992.
Cabezas que hunden sus raíces en las de Julio González (1876-1942), pero que no copia sino reinterpreta, sirviéndole de recurso para una nueva iconografía. El primitivismo derivado de las máscaras le proporcionó el vehículo para recuperar la imagen figurada, a través de la reflexión de una realidad ya transformada.