Josefa de Óbidos

(Sevilla, 1630-Óbidos, Portugal, 1684)

Sagrada Familia

h. 1660

óleo sobre lienzo

67,8 x 98,3 cm

Nº inv. 32064

Colección BBVA España



Obra depositada en el Museo de Bellas Artes de Valencia ​

Josefa de Ayala y Figueira, conocida como Josefa de Óbidos por haber residido en aquella localidad la mayor parte de su vida, ha permanecido en el olvido desde prácticamente su fallecimiento hasta mediados del siglo xx, cuando, gracias a la labor de prestigiosos investigadores, se consigue poner de relieve el papel que jugó en el panorama artístico luso del siglo xvii. Actualmente es considerada una de las principales representantes del naturalismo barroco portugués, corriente que introdujo en su país a través de su conocimiento de primera mano de la pintura barroca española –al menos desde los diez años estuvo trabajando como ayudante en el taller sevillano del pintor Francisco Herrera el Viejo (1576-1656)–, especialmente de Francisco de Zurbarán (1598-1664), cuya influencia es palpable en su obra.

La correcta atribución de este lienzo se debe al catedrático y experto en pintura andaluza y madrileña del siglo xvii Benito Navarrete, y constituye una importante aportación a la historiografía hispana ya que, al encuadrarse la autora en la escuela barroca portuguesa y conservarse la mayor parte de su obra en el país vecino, no es habitual encontrar obra suya en España. Así pues, la incorporación de esta pieza contribuye al enriquecimiento del coleccionismo en nuestro país.

Josefa configura su propio imaginario plástico a partir del contacto con las colecciones de instituciones eclesiásticas como la del convento de Santa Ana en Coímbra, donde ingresó en 1644 y donde permaneció hasta su regreso a Óbidos, casi diez años después. La experiencia conventual pudo influir en la elección de la iconografía sobre la infancia de Jesús, tema que recoge esta Sagrada Familia. La disposición de las figuras nos recuerda a una obra suya posterior, La adoración de los pastores de 1669 (Lisboa, Museu Nacional de Arte Antiga), mientras la cartela con el cordón y las guirnaldas de flores que sirve de marco a la escena nos remite a las distintas versiones que pintó del Agnus Dei conservadas en Braga (iglesia de los Congregados) y Évora (Museu Regional).

La riqueza del marco decorativo, que adquiere la apariencia de verdadera naturaleza muerta, género que alcanzó gran esplendor en la pintura barroca portuguesa y en el que la autora brilló con luz propia, fue un elemento compositivo muy utilizado por la artista. Este recurso, que ensalza el protagonismo de escenas como esta del nacimiento de Jesús en la que queda de manifiesto la delicadeza en el tratamiento de las figuras, de rostros dulces y suaves, alcanza cuotas de maestría técnica en la ejecución de los ornamentos y las flores, y un estudio de la luz que ahonda en los marcados contrastes lumínicos. Estos rasgos responden al personal estilo pictórico de Josefa, quien tuvo la capacidad de absorber las novedades artísticas del momento y de introducirlas en Portugal a través de esta y otras obras señaladas, como los bodegones que conservan el Museo Municipal de Santarém, el Museu Regional de Évora, el Museu Municipal de Óbidos o el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa.