Antón Patiño

(Monforte de Lemos, Lugo, 1957)

Ícaro

1992

técnica mixta sobre lienzo

195 x 97 cm

Nº inv. 4146

Colección BBVA España


El mito de Ícaro ha aparecido en varias ocasiones en la obra de este artista, representado mediante esa “ala perdida” que nos recuerda su osadía por querer acercarse al sol.

Tanto Patiño como su mujer, Menchu Lamas (1954), pertenecieron al grupo de renovación gallega Atlántica. Además de su faceta como pintor, desarrolla en paralelo una actividad teórica a través de sus escritos.

Su obra se caracteriza por la intensidad del color y su fuerte carga intelectual. Le interesa la pintura como hecho físico y poético. Con una paleta de cromatismo severo, construye sus lienzos con dos colores dominantes en los que utiliza indistintamente una capa gruesa o delgada de materia.

Este lienzo pertenece a una etapa que se caracteriza por fondos monocromos, sobre los que sitúa motivos repetidos u objetos de gran carga matérica que denotan su interés por el
. El ala de Ícaro es uno de sus “emblemas primordiales” o “signos-raíz”, como el propio autor los denomina, junto con otros como las sillas, los ciclistas, las ánforas o los fragmentos de redes.

Sobre un fondo aúreo, surcado de grietas con pequeñas acumulaciones de tonos dorados, destaca una gran mancha negra —que ocupa más de la mitad del lienzo— y una línea roja a su lado. Sobre la mancha observamos el ala de Ícaro, y es entonces cuando reconocemos en la roja línea vertical una referencia a su trágico final y en el negro una alusión a la cera carbonizada por el calor del sol. El círculo y la impronta de la mano nos remiten a la presencia humana. Humanidad cuyos sentidos se nublan por llegar a lo inalcanzable.