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https://www.coleccionbbva.com/en/pintura/448-martyrdom-of-st-pedro-de-arbues/
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pintura
18088
13993
https://www.coleccionbbva.com/wp-content/uploads/2022/05/448-1.jpg
Bartolomé Esteban Murillo
(Sevilla, 1617 – 1682)
Martirio de San Pedro de Arbués
después de 1664
óleo sobre lienzo
94,2 x 69 cm
Nº inv. 448
Colección BBVA España
San Pedro de Arbués, inquisidor del reino de Aragón, fue asesinado en 1485 en las gradas del altar mayor de la iglesia del Salvador de Zaragoza, de la que era canónigo, cuando iniciaba el rezo de maitines. Con motivo de su beatificación, en 1664, se encargó a Murillo el lienzo de la capilla de la Inquisición de Sevilla, hoy en el Museo del Ermitage de San Petersburgo. También realizó otro lienzo, de formato similar a este, conservado en la Pinacoteca Vaticana. El ejemplar de la Colección BBVA, que Diego Angulo juzgó de mayor calidad y finura que el del Vaticano, mantiene los golpes de luces sobre el santo y el ángel con la palma presentes en el grabado con el que se fijó la iconografía del martirio utilizada tanto en estas versiones como en las de otros artistas, realizado en 1647 por Pedro de Villafranca (1615-1684) para ilustrar la vida del inquisidor aragonés escrita por García de Trasmiera.
La soltura de pincel, la delicadeza en el modelado y el predominio de la atmósfera oscura son elementos característicos de este tipo de bocetos, que Julián Gállego denomina “Murillos negros”. Sin embargo, sus dimensiones inducen a pensar que puede tratarse de una reducción de la obra destinada a un oratorio privado. Su excepcional calidad permite afirmar que se trata de obra autógrafa del maestro, de uno de los mejores momentos de su producción artística, cuando estaba pintando los grandes cuadros de la iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla.
La composición se estructura en un juego de diagonales que confluyen en la figura del santo, arrodillado ante el altar mayor de la seo, donde es sorprendido por sus verdugos, que se acercan a él por la espalda y le acuchillan violentamente. La violencia de los dos asesinos contrasta con la serenidad y estatismo de la figura del inquisidor. La escena la contempla un ángel mancebo que introduce una nota lírica en la composición. Porta la palma del martirio en su mano derecha, mientras con la izquierda señala la gloria que aguarda al mártir.
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