Ernst Karl Eugen Körner

(Stibbe, 1846 – Berlín, 1927 )

Die Grotten von Beni Hassan am Nil (Las tumbas de Beni Hassan a orillas del Nilo)

siglo XIX

óleo sobre lienzo

84,5 x 127 cm

Nº inv. P02576

Colección BBVA España



Ernst Karl Eugen Körner es, en opinión de Adolf Rosenberg (autor de Die Berliner Malerschule 1819-1879. Studien und Kritiken, Berlin, 1879), uno de los principales representantes del paisaje orientalista realista del siglo XIX en Alemania. Su obra se caracteriza también por una fuerte visión romántica y poética.

Oriente se había convertido en foco de atracción de artistas a partir de la segunda mitad del siglo XIX y a raíz de las expediciones napoleónicas. Libros de viajes, ilustraciones y literatura impulsaron a los artistas a pintar temas orientalistas. Los hermanos Schlegel, Lessing, Herder, Schiller, Hegel y Goethe escribieron y se interesaron por el Oriente.

Así mismo, el estado alemán, siguiendo los pasos del francés Champollion, financió una expedición arqueológica capitaneada por Richard Lepsius en 1842, que ayudó a profundizar en la cultura y arquitectura orientales. Los conocimientos adquiridos determinaron el giro orientalista de los pintores alemanes.

Un viaje de estudios a Egipto en 1873, significó para Körner la fuente principal de conocimiento e inspiración, siendo éste el desencadenante de su fascinación hacia Oriente. El Nilo y las ruinas de Beni Hassan son uno de sus temas recurrentes. Sus óleos y acuarelas son fieles descripciones de lugares y usos orientales; de creaciones artísticas y arquitectónicas foráneas, que por aquel entonces despertaban tanto interés en Occidente.

Esta obra nos habla de un lugar trascendente hacia el “más allá” que nos invita a vivir una experiencia quasi metafísica; es un espacio de auténtica experiencia espiritual, donde se fusiona el sentimiento subjetivo del artista con la representación veraz del paisaje.

En primer plano el protagonismo lo ocupan las ruinas de las tumbas de Beni Hassan, continuando en segundo plano con el Nilo serpenteante que se pierde en la lejanía, dando una sensación de infinitud, que, en un tercer plano, se funde con el cielo y el sol poniente, cuya luz baña toda la composición otorgando a la pintura un dramatismo teatral. La disposición de la naturaleza en estado puro combinada con las ruinas, resulta un conjunto armonioso cargado de misticismo. Al mismo tiempo la pincelada fluida y suelta confiere a esta obra un aire de modernidad en los albores de las vanguardias.