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https://www.coleccionbbva.com/en/pintura/592-bodegon-de-peces-2/
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pintura
18221
14067
https://www.coleccionbbva.com/wp-content/uploads/2017/07/592.jpg
Francisco Arias
(Madrid, 1911 – 1977)
Bodegón de peces
h. 1965
óleo sobre lienzo
65,3 x 80,2 cm
Nº inv. 592
Colección BBVA España
Mediante formas tenues y huidizas, el artista nos presenta una cesta de pescado sobre lo que parece ser el alféizar de una ventana, desde la que se vislumbra un mar en calma, de colores ficticios, en el que dos veleros flotan sosegadamente.
Tras cursar estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, Arias se integró en la
Escuela de Madrid
o joven escuela madrileña, término acuñado por el marchante y librero Karl Buchholz y el crítico de arte Manuel Sánchez Camargo para denominar al grupo de pintores españoles —muchos de ellos procedentes de la segunda
Escuela de Vallecas
(1927-1936) fundada en 1927 por Benjamín Palencia y Alberto Sánchez con el objeto de renovar el arte español tal como se había hecho en el resto de Europa. El paisaje se convierte en el motivo principal de su pintura. Será un paisaje sobrio, influido por el primitivismo hispánico, el color fauvista, el enfoque surrealista y el orden cubista. Su punto de partida será el campo casi desértico del extrarradio de Madrid hacia Toledo, del que se elimina todo objeto superfluo para llegar a la sobriedad del trazo mediante una paleta de colores terrosos. Será un arte a medio camino entre la tradición y la modernidad. La Escuela de Vallecas se disolverá con la llegada de la guerra civil en 1936, aunque será la única que resurgirá posteriormente como segunda escuela de Vallecas (1939-1942).
— que integran la exposición colectiva de 1945 en la Galería Buchholz de Madrid. Algunos consideran este grupo como un mero proyecto comercial puesto en marcha por críticos de arte y galeristas, con el objeto de crear un mercado de pintura de paisaje.
, centrando su producción en la representación del austero paisaje castellano, pero también, como se puede comprobar en este bodegón, en las marinas.
La pincelada es tosca y empastada, sin perder espontaneidad. No se preocupa por delimitar los contornos de las figuras, no pretende plasmar la realidad. De hecho, la trama del mimbre de la cesta sobre la que se deposita el pescado se superpone a los contornos de los peces.
El artista rehúye toda concreción de las formas mediante esbozos y alusiones figurativas y reduce al mínimo las representaciones para centrarse en lo esencial, hasta que al final de su carrera abandona toda figuración en sus paisajes y se expresa solo a través del color.
La paleta de color es suave y mesurada, se reduce a tonos tierras y ocres; hasta el mar es dorado, solo la presencia de los veleros nos desvela la identidad del mar.
Al igual que en Francisco Lozano (1912-2000), la luz es fundamental en las obras de Arias; una luz blanca que invade todo el cuadro y que elimina las sombras. Las líneas del horizonte son altas y pesadas. Aquí queda marcado por el límite de la ventana, y sobre él un pequeño trozo de ese mar terroso.
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