La obra de este artista galo, especializado en la realización de retratos femeninos, infunde al espectador que los contempla un sentimiento de autenticidad, delicadeza y sensualidad a través del extraordinario estudio de la personalidad de la retratada.

De formación académica, en primer lugar en la Escuela de Bellas Artes de Burdeos y posteriormente en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París, tuvo como maestro a Jean-Joseph Benjamin-Constant (1845—1902), aunque no se dejó influenciar en igual medida por el exotismo del arte oriental.

A los ojos de Boyé, la mujer es sensible, elegante, de una belleza serena y delicada. Sus retratos ensalzan los atributos femeninos y otorgan a los rostros una mirada amable y sincera. La pincelada es suave, incidiendo en la feminidad de las figuras que representa, en muchos casos como ninfas en bosques o jardines idílicos cuajados de vegetación floral de colores cálidos y llamativos.

Estamos ante el excepcional retrato de una elegante dama, de la que se desconoce su identidad, propia del ambiente refinado del fin de siècle de la capital francesa, en el periodo de transición del siglo XIX al XX, durante la fase inmediatamente anterior a la Primera Guerra Mundial.

Aparece ataviada con un elegante vestido rojo con detalles en negro y cinturón, estola de piel y guantes del mismo color, propios de la moda femenina del momento. Sus ojos miran al espectador de forma altanera y sus labios esbozan una media sonrisa sugerente y provocadora que, unido a su porte, reflejan la seguridad y confianza de una gran señora.