Lucio Muñoz

(Madrid, 1929 – 1998)

Blanco fin

1981

técnica mixta sobre tabla

130,4 x 97,3 cm

Nº inv. 604

Colección BBVA España



Esta tabla es un claro ejemplo del giro que experimenta la creación de Lucio Muñoz en los ochenta, cuando se aclara su paleta, como mostró en su exposición de 1981 en la Galería Juana Mordó, y realiza esas geografías fantásticas en las que se puede percibir el eco de los paisajes manchegos que pintó al inicio de su carrera. El contraste es grande con su obra anterior, más oscura, llena de dramatismo, en la que llegaba a calcinar la madera, soporte de su pintura.

El acusado interés por la materia en la obra del artista se debe a sus inicios informalistas. En París pudo conocer el llamado
 
que adopta e introduce en España justo en el momento en el que se estaba gestando el grupo El Paso.

La madera no es tan solo soporte de su obra, sino la materia que excava, araña y astilla para lograr toda una serie de calidades visuales y táctiles.

Es esta una obra ambivalente, capaz de generar optimismo y calma, pero que también alude, a través del uso del blanco, al luto y a la muerte, que en muchas culturas se identifica con este color. La luz ilumina esa iconografía misteriosa, más inquietante aún al presentarse en un espacio pictórico verosímil. Pueblan este espacio, blanco y deslumbrante, tres seres que caminan hacia el “blanco fin”. Esta imagen la describió el artista en uno de los últimos textos que escribió antes de morir: “pensaba en un ser capaz de transportar con su cuerpo el día o la noche. Debería de ser una mezcla de gran pájaro y fenómeno atmosférico corporeizado. No terrorífico, sino natural como la tormenta y elegante como el águila […] Creaba su estructura, creaba un espacio pictórico adecuado, y luego casi lo lanzaba al cuadro, donde tenía que acoplarse y adaptarse a la habitabilidad del espacio”.