pintura
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(Palencia, 1905 – Madrid, 1988)
Pueblo
1973
óleo sobre lienzo
60 x 81 cm
Nº inv.
606
Colección BBVA España
Este excepcional paisaje, característico de lo mejor del género en la producción del artista, trasmite la fuerza plástica del campo castellano a través de una paleta casi monocroma.
Aunque llega a Madrid en 1923 con la intención de estudiar arquitectura, su contacto con Daniel Vázquez Díaz (1882-1969), a cuyo taller acude para preparar la asignatura de dibujo, le lleva a centrar sus esfuerzos en la pintura. Inquilino de la Residencia de Estudiantes de Madrid, formó parte de la

(1927-1936) fundada en 1927 por Benjamín Palencia y Alberto Sánchez con el objeto de renovar el arte español tal como se había hecho en el resto de Europa. El paisaje se convierte en el motivo principal de su pintura. Será un paisaje sobrio, influido por el primitivismo hispánico, el color fauvista, el enfoque surrealista y el orden cubista. Su punto de partida será el campo casi desértico del extrarradio de Madrid hacia Toledo, del que se elimina todo objeto superfluo para llegar a la sobriedad del trazo mediante una paleta de colores terrosos. Será un arte a medio camino entre la tradición y la modernidad. La Escuela de Vallecas se disolverá con la llegada de la guerra civil en 1936, aunque será la única que resurgirá posteriormente como segunda escuela de Vallecas (1939-1942).
. Su estancia en París en 1929 le pone en contacto con la pintura cubista, que ejercerá una gran influencia en sus composiciones.
Autor de figuras y bodegones, es el paisaje el motivo más característico de su pintura. Un paisaje castellano en el que está vivo el recuerdo de Paul Cézanne (1839-1906), pero en un escenario muy diferente, en lugar de la clara y azulada Provenza, aquí se representa la Castilla áspera y seca que constituyó uno de los principales argumentos de las reivindicaciones de la modernidad española.
El paisaje jugó un papel fundamental en la pintura moderna, tanto española como internacional. Con el arquetipo del paisaje francés como referente, el paisaje español se modula sobre el umbral que oscila entre la arquitectura estructural y la primacía del color, ya sea contemplado desde un exaltado expresionismo o desde una sensualidad más modulada.
Esta obra pertenece al periodo de madurez del artista. Sus formas geométricas diluidas y su tono casi monocromo hacen que se fundan entre sí los tres planos presentes en el lienzo, sobre todo en el caso de los campos trillados, los roquedales y las casas, cuya volumetría únicamente se ve reforzada mediante los trazos negros del contorno de alguna de las construcciones.