David Alfaro Siqueiros

(Camargo, Chihuahua, 1896 – Cuernavaca, Morelos, 1974)

Paisaje I

s.f.

piroxilina sobre Masonite

85 x 120 cm

Nº inv. CCB063

Colección BBVA México



En su manifiesto de 1921, “Tres llamamientos…” Siqueiros se pronunciaba en favor del “dinamismo” constructivista, y postulaba la necesidad de concebir “grandes masas primarias: cubos, conos, esferas, cilindros, pirámides, que deben ser el esqueleto de toda arquitectura plástica”. Son estos volúmenes, no fijos sino en movimiento, los que deben adivinarse detrás de cada trazo, de cada intención colorística, como si se tratara del verdadero trasfondo de las pinceladas, de su “esqueleto”.

Esta pieza presenta, en efecto, un paisaje; un paisaje que impresiona por la fuerza casi monumental de su ejecución. Basta observarlo con atención para darnos cuenta de que contiene elementos que sobrepasan los límites mismos de la pintura paisajística. Alfaro Siqueiros se concibe a sí mismo no tanto como un pintor, sino como un “visionario” de la pintura: como alguien que mira más allá de la superficie y del momento actual. Este paisaje no sólo ha aprendido de la visión que de la naturaleza nos proporciona la aviación moderna; también traduce un aire futurista, en cierto modo fantástico o irreal, quizá ominoso. Esta montaña no existe en ninguna parte del mundo, el artista la ha imaginado por completo, inspirado en sus ideales socialistas, que son también los de una humanidad por venir que habría conquistado por fin el reino de la racionalidad. Estamos ante la imagen de una montaña “humanizada”, destrizada en estratos que remiten de modo audaz a niveles de organización social y de excelencia productiva que todavía a día de hoy nos son por entero desconocidas. La utopía del cuadro está fuera de toda duda.

Se sabe que Siqueiros admiraba el “sentido cosmogónico, panorámico” que encontraba en algunos de los paisajes del pintor Dr. Atl (1875-1964). A este antecedente, que explica la temperatura de sus propios paisajes, habría que agregar los conceptos plásticos a los que llega después de arduas investigaciones. Para Siqueiros, una montaña es en síntesis una forma cónica. Lo que nos impresiona en este cuadro tan singular es esta forma geométrica integral, conjugada con la visión utópica del autor, centrada, por lo demás, en el dinamismo que ya practicaron los futuristas.