En los años setenta la pintura de Josep Puigdengolas revela una mirada más reposada. Con el paso del tiempo la obra del catalán se atenúa respecto a su producción anterior, presidida por el fuerte influjo de la pintura de Joaquím Mir (1873-1940). En esos años, además, su carrera despega, consiguiendo exponer en la codiciada Sala Parés, donde desde 1970 expondrá cada dos años. Es probable, por tanto, que obras como esta fueran mostradas en dicha sala en 1974.

La de Puigdengolas es una mirada naturalista, sin excesos, si bien su pincelada es rápida y enérgica, buscando con ella la mejor captación del ambiente que le rodea. Una forma de pintar que remite al mismo tiempo al posimpresionismo, pues construye el acantilado rocoso mediante diferentes direcciones de su pincel y capta la impresión de los bañistas en la arena con pocos y escogidos toques.

Una pintura de atmósfera; la luz plateada que baña la costa barcelonesa de Calella invita a la contemplación y al descanso.