Nos encontramos ante una bella muestra de la obra del artista catalán Josep Mompou, una obra que revela la mirada de un artista que no es ajeno a la modernidad pero que apuesta por la figuración. El contexto artístico de los años cincuenta en España, con el creciente auge de la abstracción, no resulta favorable a este tipo de pintura y hará que atraviese una etapa de menor fortuna crítica que en las décadas de los años veinte y treinta. Sin embargo, su presencia en el panorama artístico nacional quedará reafirmada con su participación, en 1958, en el pabellón de España de la Exposición Universal celebrada en Bruselas.

En este óleo encontramos a un Mompou que ha matizado su pintura con el paso de los años, caminando hacia una relativa abstracción del paisaje, género por el cual será reconocido. Su pintura no abandonará la figuración, pero sintetizará los elementos mediante pinceladas jugosas y expresivas, que denotarán el eco de las vanguardias. A ello se sumará la primacía del color, siempre protagonista en la obra del catalán, que desde su obra de juventud presentó una gran influencia de pintores fauvistas como Albert Marquet (1875-1947).

Expuesta en la Sala Parés en el año 1992, según figura en etiqueta en el reverso, y anteriormente en la Sala Vayreda −galería vinculada a la anterior−, esta es una pieza de indudable interés dentro de la plástica del artista catalán.