Miquel Utrillo es conocido sobre todo por su labor como promotor cultural, si bien no es escasa la obra artística que enriquece su trayectoria. Menos abundante que la obra gráfica, su obra pictórica más relevante surge en las primeras etapas de su vida en París y Cataluña.

Este lienzo muestra una bella vista del paisaje característico de Montserrat. Pese a que la obra no está firmada, ha sido encuadrada hacia 1896, año en el que se traslada para pintar esta localización junto con su buen amigo Santiago Rusiñol (1861-1931). Utrillo estuvo en Montserrat en varias ocasiones, para instalar el primer termómetro para medir máximas y mínimas. Según Ignasi Domènech, se ha podido documentar una primera excursión a esta montaña en 1878, pero no fue hasta su vuelta de los Estados Unidos, en 1893, cuando realizó allí una campaña pictórica. La relación entre ambos artistas fue estrecha desde que se conocieron en 1879 en la Associació d´Excursions Catalana. Su amistad se consolidaría en torno a Cau Ferrat, casa-estudio de Rusiñol, especialmente en el período entre 1895 y 1899.

Esta pintura está dotada de una gran belleza y elegancia. En la obra predominan los tonos suaves y el juego de fríos y cálidos para modelar luces y sombras. El pinar, situado en un plano medio, capta la atención por su mayor contraste, consiguiendo a su vez situar en la lejanía las cumbres del macizo rocoso. Una muestra bella y singular de una gran figura de la cultura catalana.