Darío de Regoyos y Valdés

(Ribadesella, Asturias, 1857 – Barcelona, 1913)

Puerto de Bilbao

1908

óleo sobre lienzo

50,6 x 40,5 cm

Nº inv. P00141

Colección BBVA España



Darío de Regoyos jugó un papel fundamental en la evolución del arte español a finales del siglo XIX, siendo uno de los responsables de la configuración de la modernidad en nuestro país. Gracias a su estrecha relación con destacados artistas del panorama europeo, entre los que se encuentran Georges Seurat (1859-1891), Paul Signac (1863-1935) o Camille Pissarro (1830-1903), y a su participación en las exposiciones y salones internacionales más importantes, desarrolló un lenguaje pictórico innovador, vinculado al impresionismo y alejado de todo convencionalismo.

A lo largo de su carrera representó en varias ocasiones la ría del Nervión. En este caso muestra su desembocadura, atravesada por el muelle de Arriluce o contramuelle de Algorta, que separa en dos mitades la composición, evitando el estatismo generado por la disposición en franjas mediante el movimiento de las olas que van a morir a la playa de Ereaga y el avance de los vapores en segundo término. De este modo, partiendo de un sistema compositivo tradicional, introduce una serie de líneas que se pierden al fondo, logrando mejorar la perspectiva. Además, altera el procedimiento de representación habitual, adoptando un punto de vista alto, lo cual redunda en una estructura más definida y en la incorporación de un elemento novedoso: la presencia del observador, un recurso muy típico del pintor y que utiliza con gran libertad.

Este lienzo es un claro ejemplo de la importancia del estudio de la luz, preocupación constante en su producción durante toda su trayectoria, convirtiéndolo en uno de los primeros artistas españoles finiseculares que realmente se enfrentó a los efectos de la iluminación para traducirla en máxima expresión plástica. Regoyos consigue plasmar las armonías lumínicas de la atmósfera gracias a su particular manejo del color y al uso de las tonalidades complementarias para crear contrastes, interesándose por el paisaje principalmente como vehículo de experimentación cromática a través del cual llevar a cabo investigaciones atmosféricas.

Otra característica presente en esta pieza, que demuestra su acercamiento a muchos de los principios impresionistas, es su obsesión por la búsqueda del instante, esa captación de la primera impresión al acercarnos a la naturaleza au plein air. Para poder trasladar con rapidez lo que percibe, recurre a una paleta de tonos claros y matizados, al igual que a una técnica de ejecución muy rápida, a base de pequeños toques de color. Se aprecia cómo dispone las pinceladas en distintas direcciones, muy empastadas a veces y otras casi sin materia, para abocetar los elementos de la composición conforme se alejan del espectador mediante un tratamiento cromático de suma modernidad.