Pintada en los años cuarenta, es una réplica de mayores dimensiones de otra obra de composición muy similar, en la que se intercambian las posiciones de los dos marineros del primer término.

El contraste de los tonos oscuros de las ropas de los pescadores con los azules, blancos y rosas del mar, y los verdes y anaranjados del fondo dota a la composición de una excepcional luz y vivacidad. La seriedad y recogimiento de los personajes quizás pretendan recordarnos los peligros que la profesión les obliga a afrontar a diario, muy alejada del aspecto apacible de ese espléndido día estival.

La escena representa la procesión de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, que se celebra el 16 de julio en Malpica. La comitiva asciende por la colina, mostrando a los personajes en primer término cortados por la mitad, recurso utilizado habitualmente por el artista. Al fondo, la ciudad de Malpica de Bergantiños, en la costa atlántica coruñesa, con el montículo de la Atalaia a sus espaldas.

La figura que aparece en segundo término es un tipo de Sergude —localidad donde veraneaba el pintor— llamado Vitureira, mientras que el que encabeza la procesión era un marinero de Malpica —apodado Cachaciño— a quien el artista tenía en gran aprecio por su valor, y al que representó en cuatro de sus obras, en dos de ellas con su pipa.