La obra de este artista valenciano, muy orientada hacia el estilo pictórico de su amigo y maestro Mariano Fortuny (1838-1874), es un interesante ejemplo del realismo español de estos momentos.
El viaje que realizó a Roma en la década de 1860 fue determinante para la conceptualización de su estilo, orientado hacia un costumbrismo y un naturalismo pictórico influenciado por grandes pintores de la época como José Casado del Alisal (1832-1886), Eduardo Rosales (1836-1873) o Fortuny.
Además de su dilatada producción de escenas costumbristas, fue también pintor de historias, paisajes y retratos, en los cuales era capaz de captar la personalidad del retratado con veracidad y sencillez.
Este lienzo representa una pintoresca escena costumbrista de ambiente valenciano en la que es evidente el detallismo preciosista en la representación de la indumentaria popular del huertano, por lo que tiene de colorista, exótico y atractivo para los ajenos al mundo rural valenciano, representado en este caso en un escenario remoto donde nadie parece escuchar al solitario personaje que tañe la guitarra.
Mediante contrastes lumínicos y colores cálidos, se centra en marcar las líneas de las piernas, los pliegues, los flecos del manto caído en el suelo, con depurada destreza. Recurre a pinceladas más sueltas y despreocupadas en la pintura terrosa del muro y en el paisaje de la izquierda, apenas esbozado.