Antonio López García

(Tomelloso, Ciudad Real, 1936)

Vista de Madrid (Museo Arqueológico desde la calle Serrano)

1961 - 62

óleo sobre tabla

122,2 x 244,3 cm

Nº inv. P01134

Colección BBVA España



Esta excepcional tabla, realizada entre 1961 y 1962, es la segunda panorámica urbana del pintor con la ciudad de Madrid como protagonista, un tipo de instantáneas que inicia a principios de 1960, temática que seguirá cultivando, con evidentes variaciones, hasta la actualidad.

Todas las vistas de Madrid de esta época, de conformación similar, comparten dos rasgos característicos: sus grandes dimensiones y el punto de vista alto, que permite una visión dominante sobre la ciudad, destacando su magnificencia. De formato intencionadamente apaisado, quedan bien diferenciadas dos franjas, una superior, reservada al cielo y vacía de otros elementos, y otra inferior, invadida por las estructuras arquitectónicas de la urbe. Según la hora del día, los cielos se tornan rosas, amarillentos o azulados, creando un importante juego de sombras.

Hasta 1964, en la producción de Antonio López sigue presente lo que se conoce como
, representado en este caso concreto mediante la inclusión de una pareja de enamorados, que, suspendida sobre un árbol, se besa -se trata del propio artista y de su mujer, la también pintora María Moreno (1933-2020)-. Un elemento insólito que se integra en la composición como algo normal y cotidiano, aportando un aire mágico e inquietante a una escena en la que los códigos interior/exterior se intercambian, haciendo convivir lo privado y oculto con lo público y manifiesto. Estos recursos fueron incorporados a posteriori en el estudio antes de dar por finalizada la obra, al igual que la rama de olivo representada en primer plano, recogida por el artista en Tomelloso, su pueblo natal, que contribuye a reforzar el carácter entrañable e íntimo de la pieza.

Como refiere el propio Antonio López, esta obra fue su primer encargo, cuando contaba veinticinco años. Se lo encomendó el Banco de Vizcaya para decorar una de las nuevas sucursales de Madrid, en la Plaza de Felipe II, una petición muy novedosa para una época en la que los encargos solían centrarse en una temática de carácter religioso o bien en retratos para inmortalizar a determinadas personas relevantes; por ello estos “retratos de Madrid”, como los denominaba el artista, resultan realmente innovadores.

La pieza fue producida en el estudio de su compañera, la artista Esperanza Nuere (1935), que habitaba en el último piso de una vivienda de la calle Serrano; desde allí se contemplaba el Museo Arqueológico, un edificio especialmente significativo, que pintó con muchísima dedicación. La elaboración de estas vistas era larga y laboriosa, ya que requería luz natural, que cambiaba según la hora del día y la estación del año, por lo que se vió obligado a trabajar en una franja horaria y temporal muy reducida, incluso al atardecer y nevando, protegiéndose del frío con un capote hecho por su mujer, como él mismo relata. Una vez finalizado el cuadro, fue expuesto en la Galería Biosca y después incorporado a los fondos del Banco de Vizcaya, siendo actualmente una de las obras más representativas de la Colección BBVA.