Como la mayoría de los pintores españoles afincados en Roma en ese momento, Gallegos y Arnosa denota una gran admiración por la pintura de Mariano Fortuny (1838-1874). Cultivó un estilo preciosista, muy del gusto del momento. El atractivo realismo y la destreza de una técnica depurada y minuciosa fueron las claves de la buena acogida que obtuvo su obra, garantizándole una clientela fija.

La elección de motivos castizos, ejecutados con preciosismo en tablas de pequeñas dimensiones, era frecuente entre los pintores españoles en Roma, y muy apreciado por la clientela más pudiente de su época. Gallegos y Arnosa se singulariza por la minuciosidad de su pincelada, las ricas calidades táctiles y la búsqueda de la naturalidad en los tipos, pese al artificio de su pintoresca indumentaria.

Aunque pintada en Italia, la escena se desarrolla en un jardín repleto de adelfas y geranios, que evoca los patios andaluces, tan frecuentes en su obra de la última década del siglo XIX; allí, en torno a una mesa, la maja y el torero en traje de luces mantienen un coloquio amoroso.