En esta obra, de resolución muy moderna y realizada en bellos tonos, el fondo aparece trabajado con pinceladas abocetadas, inclinadas y paralelas, que tienden a fundirse en manchas de color, lo que atestigua el conocimiento que Iturrino tenía de la pintura europea moderna, desde Paul Cézanne (1839-1906) y el al . Ese fondo cálido en amarillos -tan característico del autor- hace resaltar con mayor fuerza la vestimenta de la mujer, realizada en tonos fríos. En las manos y el rostro se aprecia el modelado y el volumen que están ausentes en el fondo. La obra debe de corresponder a los años finales de la primera década del siglo o al inicio de la segunda.

Iturrino pintó a menudo este motivo de la manola ataviada con mantón de Manila colorista y con , elemento de tipismo español muy apreciado por el artista, que le permitía resaltar y sacar partido de su belleza cromática viva y exótica.

La figura de la mujer, ocupa, a pesar de estar sentada, todo el espacio disponible en altura, e incluso en su parte inferior queda cortada. Este tipo de estructura, habitual en la obra de Iturrino, fue considerada por algunos de sus críticos como defecto de composición.